El periodista Enrique Sánchez Lubián ha ofrecido este domingo la conferencia ‘Blasco Ibáñez, entre Gabriel Luna y Rodolfo Valentino' en el el Centro Cultural Autogestionado ‘Urbana 6’ y en el marco del Festival del Cine y la Palabra CiBRA como homenaje a este autor, del que en este 2017 se cumple el 150 aniversario de su nacimiento.
Sánchez Lubián ha realizado un recorrido que partía del año 1903, cuando se publicaba 'La catedral', obra de Blasco basada en el tempo catedralicio toledano. "Vino aquí unos días para terminar de escribir su novela". El periodista contaba también cómo era la ciudad entre finales del siglo XIX y los inicios del XX para pasar a explicar cómo fue la obra cinematográfica del escritor.
El gran salto de Blasco Ibáñez el cine le con su obra 'Sangre y arena', primero con la película que él mismo produjo y dirigió en España, en 1916. Un año después publicaba 'Los cuatro jinetes del apocalipsis', en plena Primera Guerra Mundial y los derechos del libro fueron comprados por la industria del cine en Hollywood para convertirlo en película.
Esa película sería la primera que protagonizó Rodolfo Valentino, el galán de la época en la 'Meca del Cine'. "Es una de las películas con mayor taquillaje del cine mudo y que lanzaría al estrellato a Valentino", recuerda Sánchez Lubián. El autor valenciano se convirtió en "toda una personalidad" en Estados Unidos, donde llegó a vivir durante cinco años. "En aquellos años 20 ocho de sus obras, algunas las escribió expresamente para el cine, fueron llevadas a la gran pantalla", de nuevo con Rodolfo Valentino o con Greta Garbo como protagonistas.
'Sangre y arena' tendría numerosas versiones. Entre las más conocidas, la parodia protagonizada por Laurel & Hardy (El gordo y el flaco) o la última, en 1989, con una jovencísima Sharon Stone como protagonista. "Era prácticamente una desconocida".
Blasco Ibáñez escribiría una carta a un amigo suyo desde Estados Unidos, en los años 20, para comentar que "el cine era un fenómeno nuevo, que iba a empezar a escribir obras adaptadas exclusivamente para el cine pensando que el gran sillón del escritor de cine estaba vacante y quería conseguirlo".
Era un hombre "de personalidad desbordante y gran ego. Por eso decía que no había nada más fantástico que la oportunidad de que, en una misma noche, en distintas ciudades del mundo, la gente pudiera ver su obra y aplaudirla", apuntaba el periodista.
El gran "olvidado", pese a su vinculación con Toledo
Sánchez Lubián explica que el autor valenciano es un "gran olvidado" en Toledo, a pesar de que una de sus obras más conocidas, 'La catedral', publicada en 1903, está basada en el templo toledano. "Forma parte de las consideradas dentro del ciclo social de Blasco Ibáñez y en ella hace un retrato magnífico del mundo de la catedral. Fue además un subterfugio para dar caña al mundo eclesiástico y político".
Hay que recordar que el escritor era un republicano convencido. "Aprovechó el personaje de Gabriel Luna, un señor nacido en la catedral, en las claverías, había estudiado en el Seminario, tenía un futuro brillante y se embarcó en las guerras carlistas. Marchó al exilio en París y al volver llega con la conciencia transformada tras conocer a Darwin, a Schopenhauer, a Bakunin... y se convierte en un revolucionario, perseguido por la policía. Ya enfermo se refugia en Toledo y termina aleccionando a los trabajadores de la catedral sobre la nueva doctrina social y política. Les termina convirtiendo en críticos del poder eclesiástico".
A unos pasos de la catedral, en las Cuatro Calles de Toledo hoy existe una placa dedicada a Vicente Blasco Ibáñez. "Es muy curioso porque tras publicarse 'La catedral', y cuando muere el entonces arzobispo Sancha surge una iniciativa para dedicarle una calle. Pero no se hizo y ya en los años 80 fue el Ayuntamiento de Toledo quien le dedicó esa misma calle Chapinerías, que baja desde las Cuatro Calles a la puerta del Reloj de la catedral, al autor valenciano".
Blasco fue junto con Benito Pérez Galdós y Félix Urabayen (con su trilogía de novelas toledanas), "los tres autores que han descrito el mundo eclesiástico de Toledo con mayor profusión, calidad literaria y rigor". Todos ellos, apunta Enrique Sánchez Lubián, "profundamente anticlericales".