Queridos Reyes Magos:
Sé que estáis muy liados preparando los regalos y habréis recibido ya muchas cartas. Yo quería hacer la mía propia. Es una una carta un tanto especial, pero lo que pido no es nada imposible. A ver si me podéis ayudar.
Veréis, por un lado me gustaría que mi ciudad pensara más en las niñas y niños que en ella viven y en lo enriquecedora que es su presencia y juego para todos. Me encantaría poder vivir en una ciudad cuya prioridad fuera el bienestar y desarrollo de la infancia, que este se convirtiera en un sector vehicular del resto de decisiones políticas, porque como dice Tonucci una ciudad que es buena para los niños es buena para todos.
Estamos muy lejos de esta realidad, y este año de catarsis se ha hecho más evidente. Los primeros en sufrir las restricciones impuestas a la población han sido los niños, y todo apunta a que serán los últimos en recobrar sus derechos, porque recordemos disfrutar de los juegos al aire libre y con sus iguales es un derecho fundamental que todavía a día de hoy se está restringiendo en ciudades como Toledo. Las niñas y niños en nuestra ciudad serán los últimos en recuperar su espacio de juego en los parques infantiles, como fueron los últimos en poder salir a la calle tras el confinamiento y los últimos en poderlo hacer el tiempo que hiciera falta.
Estamos en una pandemia, ante situaciones excepcionales, medidas excepcionales. Sin embargo, lo más curioso es que desde un principio pusimos a los más pequeños en el foco de este virus, vectores de contagio les llamamos. Hace ya varios meses que se ha constatado que los niños no solo no se ven apenas perjudicados por este virus, sino que además apenas contagian a los demás. Ni víctimas, ni verdugos. Este virus que nos ha llegado no iba con ellos, pero son los que más lo siguen sufriendo.
Os pediría majestades que aumentara la sensibilidad hacia nuestra infancia, y que en lo que quede de pandemia, así como en futuribles crisis sanitarias y sociales, los niños no sean invisibilizados y se lleve a debate toda restricción que les afecte para garantizar la proporcionalidad y coherencia de las mismas.
Esta pandemia nos trajo un confinamiento radical de varios meses. Toda la sociedad metida en sus hogares, trabajando, muchos desde casa, otros entrando en un incierto ERTE, y los más
desafortunados despedidos o viendo a arruinarse su negocio. Y los niños, sin cole. En casa, acompañando esta compleja realidad de los padres en un espacio más o menos reducido, según las posibilidades de cada uno, así estuvieron los niños una buena temporada. La cobertura que tuvieron a nivel público puso de manifiesto lo mucho que cuentan en nuestra sociedad, se les creó una programación de televisión con contenido educativo, y…. ya, ahí quedó toda la implicación para la infancia. A los niños, se les enchufa en la tele y ya está todo solucionado.
Nadie habló de urgentes y necesarias medidas de conciliación, nadie pensó en formas de hacer llegar un asesoramiento y apoyo a las familias para canalizar las emociones y realidades que en
esos días les iban llegando a los niños, nadie habló clara y públicamente de la saturación y trabajo extraordinario de los servicios sociales, incapaces por falta de medios de detenerse en
las necesidades concretas de los niños que viven en familias más vulnerables. Nadie habló de tantos aspectos importantes para nuestra infancia, para nuestra sociedad. De hecho se
dejaron oír frases como “si los niños son los que mejor se adaptan”, “pues mis hijos estuvieron muy bien”. Y los míos, pero esto de un estado social y de bienestar en teoría consiste en no
dejar el desarrollo de nuestra vida en exclusiva a las posibilidades individuales de las familias. Y una vez más nos hemos olvidado de los más vulnerables, y dentro de las familias vulnerables
nos hemos olvidado por completo de los niños.
Incluyo en la lista una mayor preocupación por la realidad que viven las familias, y de una manera especial las más vulnerables.
Este año covidiano ha sacado a la luz carencias sistémicas de nuestra sociedad, y una de ellas es el papel aparentemente irrelevante que juegan los niños y las familias, y la escasa sensibilidad que hacia ellos se muestra desde las políticas públicas y los comportamientos individuales.
En fin, queridos Reyes, nuestras niñas y niños se han portado bastante bien este año tan diferente para todos. Han demostrado ser ejemplares en civismo y respeto de las normas, y pocas quejas al respecto han salido de sus bocas. Las familias también hemos estado al pie del cañón.
Estimadas majestades, espero que lean esta carta con la atención que requiere y cumplan los deseos en ella plasmados. No nos basta con decir que somos ciudad de la infancia, o hacernos una foto y olvidarnos del fondo de la cuestión. Necesitamos resituar a la infancia y familias en el espacio público que merecen.
Artículo de opinión de Marta Romero, presidenta de la asociación para la infancia y la adolescencia de Toledo (Tributo)