La misión de los museos de Castilla-La Mancha consiste en conservar e interpretar el pasado, analizar el presente y proyectar el futuro, interesándonos por todo cuanto pueda despertar nuestra curiosidad y siendo un excelente activo social, reflejo del nivel de desarrollo de nuestra cultura.
La investigación arqueológica está estrechamente ligada a los museos, convirtiéndolos en lugares del saber. Muchas de las excavaciones arqueológicas se impulsaron y desarrollaron de su mano y en ellos se depositan los hallazgos que debemos conservar para asegurar la transmisión de conocimiento.
El aprendizaje y el disfrute de los mismos es posible gracias a la labor de las y los profesionales de los museos que tienen como tarea la catalogación, clasificación y documentación del patrimonio arqueológico de forma que sea accesible para todos los públicos. También nuestro patrimonio está disponible a la investigación externa realizada por otras instituciones como por ejemplo la universidad, los centros de investigación etc. a nivel nacional e internacional.
La necrópolis del Valle de las Higueras en Huecas, Toledo.
El yacimiento de Valle de las Higueras (no visitable) ocupa la franja caliza superior de una mesa situada junto al pequeño arroyo que atraviesa la localidad de Huecas. Hasta ocho estructuras funerarias a modo de cuevas fueron abiertas en la caliza superior del cerro durante buena parte del III milenio a.C. Se trata de construcciones mixtas, excavadas y remontadas, con un cierre exterior con piedra y barro que, en su momento, resultaría bien visible. En su interior, cámaras y pequeños nichos sirvieron para enterrar a los muertos, hombres, mujeres y niños, que habitaron el valle durante la Edad del Cobre. Los muertos eran colocados en posición flexionada e impregnados de cinabrio. Junto a ellos se depositan elementos de ajuar entre los que destacan cerámicas, piezas líticas, como hachas o puntas de flecha, alfileres de hueso, amas de cobre o collares. Entre las cerámicas destaca el Campaniforme con el que fueron distinguidos algunos individuos. Vasos de forma acampanada, cuencos y cazuelas con ricas decoraciones forman agrupaciones repetidas en varias tumbas.
Especialmente interesante resultó la excavación de cueva 3. Su cámara, antecámara y tres nichos llegaron a albergar hasta 30 enterramientos en diversas agrupaciones. Entre los ajuares destacan los adornos con un número muy llamativo de collares de cuentas de hueso, ámbar, piedra verde (variscita) o conchas marinas. También destaca el importante conjunto de piezas cerámicas encontradas. Los análisis de contenidos realizados determinaron su uso para cerveza, hidromiel, conservas de carne y pescado lo que interpretamos como un ritual de comida y bebida para los muertos.
Tinajas de la calle Albarderos de Albacete, en el Museo de Albacete
En 2018, durante unas obras de conducción de aguas en la calle Albarderos de Albacete, a la altura del Callejón de las Portadas, se halló una bodega subterránea de la que se había perdido el recuerdo.
La bodega, de unos doce metros de largo, tuvo un acceso abovedado reforzado con zócalos de mampostería de piedra trabada con argamasa. Su interior era un espacio rectangular con hornacinas excavadas en las paredes de tierra que contenían tinajas de vino; algunas aparecieron de pie y otras tumbadas. Una fue fabricada en los alfares de Colmenar de Oreja (Madrid) y ocho en los de Villarrobledo (Albacete) en el siglo XIX.
La decoración de otras dos tinajas, también de Villarrobledo, son de gran interés porque son la prueba material de lo que decían las fuentes, que esa industria existía a principios del siglo XVII, tal como se recoge en el Arancel y Reformas de Precios de las mercadurías, salarios y jornales fecho en virtud de las Reales Pragmáticas de 1627. Estas piezas tienen la particularidad de llevar dos marcas hechas sobre la arcilla en fresco que se localizan en la parte alta (hombro) de los recipientes: una estampilla impresa es el sello del alfar, compuesta de una cruz sobre tres montes (quizás el Gólgota) y rosetas radiadas que se intercalan con sellos en forma de lengua. Este motivo pudo tener un carácter protector. La segunda es una amplia rúbrica incisa que podría tratarse de la firma del tinajero. Por el momento estas dos tinajas datadas en el siglo XVII son los testimonios más antiguos conocidos y conservados de tinajería de Villarrobledo, lo que les confiere un valor único.
Estelas funerarias discoidales en el Museo de Ciudad Real
Durante el siglo XIII surgió la necesidad de acercar el mundo de la muerte al ámbito urbano. Alfonso X, en su obra Las Partidas, señala que se debe dar sepultura a los cuerpos cristianos intramuros, cerca de las iglesias, quedando así diferenciados los cementerios cristianos de los musulmanes y judíos que debían estar extramuros.
A la hora de edificar los templos se debía dejar un espacio anexo destinado a fonsario. Desde los primeros momentos hubo cementerios cristianos adosados a las tres iglesias históricas de Ciudad Real: Santa María, Santiago y San Pedro y a conventos que estuvieron en uso hasta la inauguración del cementerio municipal, ya extramuros, en el siglo XIX.
Una decena de estelas, de las que aquí se muestran cinco, aparecieron en el transcurso de la restauración llevada a cabo en la década de los años ochenta del siglo XX en la Iglesia de Santiago. Se encontraron formando parte del relleno del ábside y de la cubierta del templo. En la actualidad también puede verse in situ una reutilizada en la Iglesia de San Pedro, concretamente en la fachada sur.
De remate discoidal y pie, su función fue la de marcar o delimitar las tumbas. Presentan motivos decorativos incisos o en bajorrelieve en sus dos caras. Cruces griegas, en su mayoría patadas, decoración vegetal, una mano, una estrella y un símbolo identificado como una ballesta.
Tanto las cruces como las flores hexapétalas fueron muy utilizadas debido a su significado, interpretadas como símbolo de la luz de los astros, fundamentalmente el sol, hacia cuya salida se orientaban las estelas, iluminándolas directamente.
Destaca uno de los ejemplares que presenta en una de sus caras una estrella de seis puntas y en la otra una mano. Tradicionalmente identificadas como la estrella de David y la mano de Fátima se ha pensado que se trataba de una estela judía reutilizada en una tumba musulmana. Actualmente no se descarta un origen cristiano pues ambos símbolos son aceptados en ese contexto funerario.
Torso de Afrodita en el Museo de Cuenca
En las diferentes campañas de excavación del yacimiento arqueológico de la Villa Romana de Noheda, se han descubierto diversas esculturas en mármol representando a la diosa Afrodita (Venus para los romanos), diosa del amor, la belleza y la fertilidad femenina. En todas ellas aparece desnuda, derivación de un prototipo inicial griego, basado en la conocida como Venus de Cnido del escultor Praxiteles.
En esta escultura que presentamos, la diosa está con el cabello suelto, en actitud de disponerse a realizar un baño ritual, o bien, apareciendo en toda su belleza después de su nacimiento saliendo del mar.
En el libro “Teogonía”, Hesíodo cuenta, que la diosa surgida de la espuma, nació del mar, cerca de Pafos (Chipre) después de que el dios Cronos cortase los genitales al dios Urano con una hoz y los arrojase tras él al mar. Los genitales “…fueron luego llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella…” ya adulta. Este mito de Venus nacida adulta, saliendo del mar, fue una de las representaciones icónicas de la diosa, famosa por una admiradísima pintura de Apeles, hoy perdida, pero descrita por Plinio el Viejo en su libro “Naturalis Historia”.
A partir del siglo I han aparecido en algunos yacimientos arqueológicos, como la Villa de Noheda, estatuillas de esta diosa que permanecían en propiedad de las mujeres tras el matrimonio. También se encuentran representaciones de la diosa en los lararios de las casas, siempre siguiendo los modelos griegos.
El culto de Afrodita o Venus se extendió sobre las provincias orientales del imperio apareciendo como una forma helenizada de las diosas Isis, Hathor o Astarté.
Fragmento de escultura de mármol en bulto redondo que representa el torso de una figura femenina. Le faltan las extremidades, la cabeza y gran parte del pecho, coservando el seno izquierdo y la mitad del derecho. Mantiene tirabuzón del peinado que cae sobre el hombro izquierdo cubriéndolo longitudinalmente. Cronología: Siglo III-IV d.c.
Taza Almulk en el Museo de Guadalajara
Muchas veces los yacimientos arqueológicos nos obsequian con hallazgos que hablan por sí mismos de su época y de su contexto político y cultural. Quizá los más interesantes sean aquellos que portan algún tipo de escritura ya que el tipo de letra, el idioma, la técnica con que se escribió y su significado nos transportan a un período concreto.
Este recipiente es uno de esos objetos. En él, escrito en cúfico florido usando la cuerda seca parcial (el vidriado selectivo de algunas partes), repite a lo largo de sus paredes el lema más usado durante el Califato de Córdoba: “al-mulk”, El Poder, que continuó utilizándose en los reinos de Taifas, durante el siglo XI, fecha en la debemos datarlo por el uso de esa técnica de la cuerda seca parcial.
Solo le queda para que pueda ser admirado por todos, ese paso intermedio, imprescindible, que hay entre la excavación y su exposición en el Museo: la restauración que garantice su conservación y su adecuada presentación al público.
La pieza procede del solar ubicado en la C/ Ingeniero Mariño, excavación de un área urbana de Guadalajara, motivada por la construcción del túnel de Aguas Vivas. La intervención permitió recuperar un importante número de materiales cerámicos que constituyen una parte esencial del pasado andalusí de la ciudad.
Este artículo se publicó originalmente en el blog Cultura en Red Castilla-La Mancha