En el Cigarral de Menores de Toledo, fundado en 1593 por Jerónimo Miranda, clérigo de la catedral de Toledo, hay un ciprés que plantó el sobrino predilecto de Benito Pérez Galdós, José Hurtado de Mendoza, y se cree que allí, bajo su sombra, se representó por primera vez ‘Bodas de Sangre, de Federico García Lorca.
Es solo uno de los ejemplos del patrimonio vegetal e histórico-cultural de Toledo, quizá desconocido para muchos. Un proyecto impulsado por la Real Fundación de Toledo y la Consejería de Desarrollo Sostenible de Castilla-La Mancha quiere no solo visibilizar esa riqueza patrimonial sino también “clonarla” en un 'Vivero Histórico'.
El director general de la Real Fundación de Toledo, Eduardo Sánchez Butragueño, explica que es un proyecto sin horizonte temporal. “En este mundo en el que todo es tan rápido queremos generar proyectos slow que nos permitan trabajar sin prisa, pero sin pausa”. Lo harán con varios objetivos.
Desde el punto de vista estrictamente botánico, “se trata de fijar un material genético que ha demostrado gran adaptación a la ciudad con el paso de los siglos”. Cree que es “importante” para no perder la personalidad botánica que tiene la ciudad. “Hoy en día la mayoría de las plantaciones se hacen desde viveros industriales, muchos de ellos procedentes de Italia. Vamos perdiendo lo autóctono”.
Pero no es solo eso. No todo el mundo lo sabe, pero muchos de los ejemplares que hoy podemos encontrar callejeando por Toledo están vinculados a personajes históricos. “Me refiero a casos como el laurel que plantó Gustavo Adolfo Bécquer”. A veces, dice, son “joyas” en peligro de desaparición. “No sabemos cuánto tiempo va a durar el tejo que hay en el Palacio Arzobispal y que fue plantado en 1604 por el cardenal Sandoval y Rojas. Otras especies como el albaricoque de hueso dulce, emblema de la ciudad, cada vez es más difícil de encontrar”.
De hecho, los albaricoques de Toledo de almendra dulce fueron muy apreciados, tal y como recoge la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en un artículo. “Es sin duda la variedad de un árbol vigoroso introducido en España por los árabes, de fruto perfumado, surcado profundamente por un lado y comprimido por el otro, de carne no adherente al hueso”. Una especie asociada sobre todo a las fincas toledanas conocidas como Cigarrales.
Sánchez Butragueño ha escrito sobre distintas especies vegetales y también las ha retratado. “Soy un loco del almez, así me llaman y me encanta. Es una pasión que tengo desde pequeño y cada vez que sé más, me doy cuenta que es el árbol de Toledo por antonomasia, junto al olmo negrillo que, debido a la grafiosis, esté en un gran riesgo”.
Este licenciado en Ciencias Ambientales ha logrado documentar cerca de 200 ejemplares de almez tras lanzar un hilo en Twitter bajo el lema 'Almeces de Toledo', reivindicando la especie autóctona para que vuelva a poblar la ciudad.
“El encefalograma plano” del río Tajo que está cambiando la ribera y su diversidad biológica
Toledo fue “la escuela agronómica más avanzada del mundo que, algo más tarde, se trasladará a Sevilla”, según explicaba Jesús Carrobles, vicepresidente de la Real Fundación de Toledo, durante una serie de conferencias que se celebraron en la ciudad en el año 2012. Los árboles, también forman parte de esa historia agronómica, frutales o de otros tipos.
El bosque de ribera en torno al serpenteante río Tajo que abraza la ciudad también cuenta con interesantes especies a proteger como la planta del regaliz, palulú, paloduz, palo dulce… Hay distintas acepciones según las zonas. En Toledo su presencia era frecuente a lo largo del cauce y ese ‘palo dulce’ hacía las delicias de los niños. “ Hoy habría que preguntar a los más pequeños si saben que existe. Hay que reivindicar este tipo de variedades”.
O el álamo, tan extendido en las riberas del Tajo y “que se va perdiendo”, lamenta, porque tiene que ser sustituido por otras especies. “El río hoy tiene un encefalograma plano, no hay crecidas periódicas y eso provoca pérdidas en la diversidad biológica”. Por este motivo, la intención del proyecto es denunciarlo a través de la reproducción de especies propias de la zona, tal y como existían en el paisaje de antaño.
El Vivero Histórico “puede ser una puerta de entrada al conocimiento”
“Estoy seguro de que vamos a lograr que haya una mayor cultura botánica en la ciudad en torno a estos árboles y especies”, sostiene Sánchez Butragueño. De hecho, una de las aspiraciones del proyecto es fortalecer “el lazo sentimental” entre los toledanos y su ciudad.
La producción vegetal partiendo de lo autóctono se desarrollará en las instalaciones del vivero forestal, ubicado en San Pedro el Verde. Se hará a partir de semillas y estaquillas de ejemplares vegetales escogidos por la Real Fundación de Toledo.
Los técnicos del vivero se encargarán de proporcionar las condiciones de reproducción, crecimiento y desarrollo necesarios a fin de que las plantas queden listas para ser llevadas al lugar definitivo que decida la Fundación, dentro de la ciudad de Toledo. “Imagine cuando se pueda disponer de un laurel pequeño, ‘hijo’ del que plantó Bécquer en Toledo e incite a los ciudadanos a interesarse por saber quién era, que se interese por la poesía, por la cultura, por el siglo XIX… Creo que puede ser una puerta de entrada al conocimiento”.
El proyecto contará también con una parte divulgativa que incluye rutas temáticas e incluso teatralizadas, actividades de educación ambiental, visitas a edificios que alberguen alguno de estos ejemplares tan especiales como la ermita del Valle o los patios conventuales. “Tenemos mucha ilusión y creemos que nos va a dar mucho juego. Es pionero, no hay nada igual en Europa y creemos que puede poner a Toledo en la vanguardia de recuperación del patrimonio vegetal”.
¿Qué árboles o especies formarán parte del Vivero Histórico de Toledo?
El proyecto busca identificar y reproducir o clonar ejemplares singulares y concretos. Empezarán con
1.- El laurel plantado por Gustavo Adolfo Bécquer: en la casa de la calle de San Ildefonso que el poeta habitó en la segunda mitad del siglo XIX.
2.-El tejo del Palacio Arzobispal. Probablemente la mayor joya botánica de Toledo por su rareza y antigüedad, plantado en 1604 en el patio del Palacio Arzobispal.
3.-El ciprés plantado en el Cigarral de Menores por un sobrino de Galdós a comienzos del siglo XX.
4.- El almez centenario que crece junto a la Ermita del Valle: imponente ejemplar en un lugar absolutamente emblemático de la ciudad, con la mejor vista de Toledo. Fue fotografiado ya en 1863 con notable porte, por lo que se cree que pudo nacer alrededor de 1800.
5.- Ciprés del Monasterio de San Clemente: de enorme verticalidad y pureza de líneas, crece en un lugar cargado de resonancias místicas desde hace siglos.
6.- El naranjo del Claustro de la Catedral de Toledo/Naranjo de Santa Clara. Escasean en Toledo los naranjos por su sensibilidad a las heladas, por lo que estos dos ejemplares suman a su rareza el hecho de crecer en lugares con gran simbolismo.
7.- El moral del Parque de Safont: una auténtica reliquia botánica, tumbado por el peso de su tronco y por el paso de los años, aún mantiene brotes verdes. Esta morera negra debió plantarse hacia 1750 y aparece en fotografías antiguas.
8.- Los plátanos del Parque de la Vega/Plátano de la Fábrica de Armas: estos ejemplares de gran porte son muestras de las primeras plantaciones de esta especie, muy impulsadas en tiempos de Carlos III. Los del parque de la Vega datan de la creación de este espacio verde a mediados del siglo XIX.
9.- La encina de Montesión: especie emblemática que tiene en este ejemplar su mejor muestra en Toledo. Crece en la rotonda de la Carretera de la Puebla de Montalbán, en el cruce con la subida a Montesión. Tiene varios siglos de edad.
10.- El almendro del Hotel La Almazara: con 11 metros de altura es probablemente el más grande de la ciudad. Es una especie con gran simbolismo por ser la almendra la base del dulce más internacionalmente reconocido de Toledo: el mazapán.
11.- El pino piñonero de la Escuela de Artes: plantado por iniciativa del primer director de la Escuela de Artes, el pintor Matías Moreno, en los primeros años del siglo XX.
12.- El cedro del Parque de la Vega: con 30 metros de altura, constituye un hito paisajístico de la ciudad junto a la Puerta de Bisagra. Data de la creación del parque, hacia 1870.
También se hará lo propio con especies o variedades con una especial relación con la ciudad:
1.- Albaricoque de hueso dulce: Toledo era famosa por contar en sus cigarrales y vegas con una variedad de albaricoque con la pepita de su hueso dulce, siendo un símbolo botánico de la ciudad que corre riesgo de desaparecer.
2.- Regaliz o paloduz del Tajo: el regaliz (Glycyrrhiza glabra) que crece a las orillas del Tajo llegó a ser cultivado en Toledo para abastecer a fábricas que lo usaban para diversos fines. El pueblo de Toledo recolectaba sus raíces que eran vendidas en colegios y puestos ambulantes a diferente precio según su grosor. Era el conocido “paloduz” (palo dulce).
Llegó a existir una fábrica de regaliz en Toledo junto al arroyo de la Rosa en el barrio de Santa Bárbara, tal era la cantidad de regaliz que crecía en la ciudad en los alrededores del Tajo.
3.- Olmo autóctono resistente a la grafiosis: el Ulmus minor o “negrillo”, especie emblemática en toda Castilla, cuyas poblaciones han quedado muy mermadas por la grafiosis, enfermedad que ha acabado con buena parte de su población. En la ciudad subsisten varios buenos ejemplares, alguno de ellos plantados en época de Carlos III como los del Paseo de la Rosa.
4.- Cambrón: planta espinosa usada para delimitar lindes y que crece espontáneamente, da nombre a una famosa puerta de la ciudad, como muestra de la importancia de la vegetación en la toponimia toledana.
5.- Zumaque: usado como tinte por curtidores y en telares, aún crecen ejemplares sueltos en diferentes puntos de la ciudad, probablemente hijos de los plantados con esos fines desde tiempos medievales.
“Oportunidad” para mejorar el patrimonio botánico que “está regular, tirando a mal”
“El patrimonio botánico de Toledo se encuentra regular, tirando a mal”. Por un lado, porque históricamente, señala Sánchez Butragueño, “nunca ha sido boyante”.
Cree la evolución histórica del patrimonio botánico de Toledo “ha ido a mejor, pero siempre dentro de un contexto de concienciación ciudadana de incorporar a los árboles a la vida en las ciudades”, pero, matiza, “en Toledo no lo hemos hecho mejor que otras ciudades. Hay casos de Urbanismo sangrantes en los barrios modernos. El caso excepcional para mal es de La Legua, con un nefasto planteamiento ambiental”. Ahora el problema, advierte, es que “eso mismo se está reproduciendo en nuevas zonas que se están urbanizando en este barrio”.
Por otro, el paso de la borrasca Filomena por la Península Ibérica hizo estragos también en la capital de Castilla-La Mancha. “Hizo mucho daño, fue la puntilla para muchas especies ejemplares e incluso para varios espacios vegetales de la ciudad, pero nos gusta mirar hacia delante, ilusionarnos con los proyectos y no lamentarnos. En los problemas, vemos oportunidades”.