El cambio climático no solo llama a nuestra puerta como seres humanos. Sus efectos son cada vez más visibles en las especies animales y vegetales, y por tanto, en los ecosistemas que nos rodean y que permiten la vida en la Tierra. En todo este contexto, la avifauna es un elemento poderoso que debe estudiarse y cuidarse para que la emergencia climática no provoque consecuencias fatales en su desarrollo. No todas las consecuencias son negativas ni afectan por igual a todas las aves, y por ello siguen realizándose proyectos de investigación para determinar cómo puede ser el futuro en base a los datos de evolución que ya existen.
Ese ha sido el eje central del proyecto de investigación que durante dos años ha llevado a cabo un grupo de investigadores e investigadoras procedentes de diferentes ámbitos. El resultado ha sido la publicación del libro ‘Cambio climático, hábitats y Red Natura 2000: el futuro de las aves comunes en España’, elaborado por Sara Villén Pérez y Antonio David Palomino Nantón, ambos de la Universidad de Alcalá (UAH); y Luis María Carrascal de la Puente, del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Esta iniciativa ha contado con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) a través de la Fundación Biodiversidad, se ha desarrollado en la Universidad de Alcalá y también ha contado con la participación de SEO/Birdlife, a través de su programa SACRE de seguimiento de aves mediante el voluntariado y la ciencia ciudadana.
El libro es ahora el producto técnico directamente relacionado con el proyecto. “Con ello queremos ofrecer una herramienta a los distintos organismos que se encargan de la conservación de la avifauna, con el resumen de todos los resultados”, explica Sara Villén. De hecho, se ha enviado a administraciones públicas, universidades, ONG, espacios protegidos y otros investigadores.
Modelos de evolución y predicción
Incluye el estudio de 68 especies de aves comunes reproductoras, principalmente porque para hacer los modelos de evolución y predicción, sus autores han necesitado mucha información sobre las preferencias ecológicas, climáticas y de hábitats de las especies. Para ello han utilizado los datos del SACRE correspondientes a los últimos 20 años, con lo que han obtenido multitud de datos.
El objetivo principal ha sido ver cómo el cambio climático afecta a estas especies, pero el abanico se ha ampliado porque, según apunta la investigadora, existen también otros factores. “Este fenómeno cambia las condiciones pero no siempre es negativo. En algunos casos vemos que las condiciones que a algunas aves les gustan pueden mejorar en el futuro, con aumentos poblacionales asociados, en otros casos las condiciones son estables y en otros predecimos que va a haber reducciones poblaciones”, detalla.
También hay otros factores que se combinan con el cambio climático. Por ejemplo, explica que hay una serie de aves forestales como el pico picapinos, el trepador azul, el carbonero o el herrerillo, que buscan los ambientes frescos. En este caso, los modelos del estudio predicen que sus poblaciones se van a reducir, pero en realidad a día de hoy están aumentando. “Estamos analizando en estudios posteriores si puede ser por el aumento de los bosques debido al abandono del medio rural”, detalla Villén.
Esto es una variable a estudiar, pero la investigadora precisa que la subida de la temperatura media puede provocar cambios fenológicos, es decir, cuándo se produce la reproducción y la nidificación de estas aves. Y ahí puede haber “desacoples en las cadenas tróficas”. Es decir, en el caso de una especie que suele reproducirse en una fecha determinada para que los polluelos nazcan en otra adecuada para su alimentación, el cambio climático puede provocar que con la subida de temperaturas haya falta de alimentos para esos polluelos porque esas aves no han conseguido adaptar su reproducción a esos cambios.
No obstante, también hay especies que se han visto favorecidas por el cambio climático porque tiene preferencias por ambientes cálidos. Son los casos de la cistícola buitrón, la curruca cabecinegra, el verderón común, el abejaruco europeo o la golondrina común. Lo mismo sucede con aquellas que viven en medios urbanos. “Se han adaptado a vivir entre nosotros porque encuentras espacios y nichos libres para su vida”.
Zonas geográficas
¿Hay zonas geográficas en España peores o mejores en España para las aves? El proyecto de investigación no considera que sea así porque cada especie tiene unas preferencias concretas y se distribuyen conforme a ellas. Lo que sí han detectado son zonas “peor o mejor protegidas”. Esta conclusión procede de combinar las predicciones sobre cómo puede ser el clima en el futuro con previsiones sobre el hábitat. Al mezclar esas dos capas de información, se detectan cuáles son las áreas óptimas y, de ellas, cuáles están protegidas por la Red Natura 2000 y cuáles no.
“Son datos cruzados que nos permiten vislumbrar qué zonas van a ser muy importantes para cada especie y si están bien o mal protegidas”, señala Sara Villén. En ese sentido, sí que hay algunas diferencias en cuanto al nivel de protección entre comunidades autónomas. Por ejemplo, Galicia es una región de clima óptimo para algunas aves en el futuro y sin embargo no tiene muchas zonas protegidas. “Como al final el destino de este libro son las administraciones públicas, lo que hacemos es llamar la atención sobre la responsabilidad que tendrá cada región en el futuro”.
Con todos esos datos recogidos, el objetivo final es que en las zonas que climáticamente serán óptimas para la avifauna en el futuro según la especie, no existan “otros factores limitantes” en cuanto a hábitat y conservación. Aquí, la autora del libro pone el ejemplo a la alondra común: los modelos muestran que tendrá una tendencia negativa que ya se viene observando con los datos del SACRE. “Es una especie que necesita pastizales, prados y páramos de alta montaña para nidificar, pero las zonas que van a tener un hábitat óptimo para ella son muy poquitas, se reducen respecto a las que tiene hoy. Y las pocas que lo serán, están poco protegidas”.
¿Qué se puede hacer ante esta situación y esos posibles “desacoples”? Por un lado, favorecer este tipo de hábitats en áreas adecuadas y también favorecer la protección para que no haya otro tipo de impactos. El mensaje más importante está dirigido al desarrollo de la Red Natura 2000 y por ello “llamamos la atención sobre el hecho de que haya zonas que serán óptimas para las aves en el futuro y que hoy están poco protegidas”.
Sara Villén defiende la Red Natura 2000 porque ha tratado de tener una perspectiva, no de “conservación de la naturaleza por encima de todo”, sino que también ha integrado la protección de los ecosistemas con las poblaciones locales mediante múltiples sinergias. En ese sentido, siempre que se cumplan esos requisitos, “está bien que se siga desarrollando porque es sostenible para personas y ecosistemas”.
“Pero hay que tener en cuenta el cambio climático”, insiste. Porque en esta red, las figuras de protección son las ZEPA (Zonas de Especial Protección para las Aves), por un lado, y los LIC (Lugares de Importancia Comunitaria), por otro. “Debemos pensar en el clima y en que haya una mayor representatividad de esos ecosistemas y mayor conectividad entre las áreas, de forma que si el cambio climático está empujando a las poblaciones a moverse para buscar esas zonas óptimas, que puedan hacerlo y no haya grandes barreras ni limitaciones”, concluye.