Son muchos los factores que confluyen a la hora de vislumbrar los riesgos que para la salud humana tiene y tendrá el cambio climático. Así lo establece el II Informe sobre Efectos Constatados del Cambio Climáticos en el medio rural de Castilla-La Mancha, que fue hecho público recientemente. El apartado referente a la salud, uno de los más extensos, ha sido elaborado por Alberto Nájera López, doctor en Radiología y Medicina Física, y Jorge Laborda Fernández, Catedrático de Bioquímica y Bilogía Molecular, ambos de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). En el mismo se establece que existe un consenso científico generalizado acerca de que la salud humana está “íntimamente vinculada” a la calidad ambiental y que tanto una como otra “se verán afectadas por el cambio climático”.
De esta forma, se establece que los factores son diversos e interactúan de forma compleja, pero el dato más importante es que la situación geográfica de la Península Ibérica y las características socioeconómicas de España hacen a nuestro país y sus regiones “especialmente vulnerables al cambio climático”.
En el informe se recogen las evidencias científicas más recientes, y parten del hecho de que entre los efectos del cambio climático sobre factores que podrían afectar a la salud de las poblaciones cabe destacar que se ha modificado la distribución geográfica de algunos vectores de enfermedades infecciosas, así como la estacionalidad de algunos pólenes alergénicos. Además, no solo se ha incrementado el número de olas de calor o de frío, sino también su intensidad y, por tanto, la morbimortalidad relacionada con estos eventos, así como la relacionada con la conjunción de los efectos de una creciente contaminación atmosférica.
Otros factores de riesgo y enfermedades relacionadas con el calentamiento global incluyen un aumento de la malnutrición infantil y sus efectos asociados, enfermedades diarreicas, morbimortalidad cardiorrespiratoria asociada al ozono troposférico, etc. Y aunque el cambio climático podría provocar una disminución de patologías asociadas al frío, “esta disminución no contrarrestaría en una proporción sustancial el efecto negativo del aumento de las temperaturas”.
Aire, agua, temperaturas y enfermedades
Dicho esto, el capítulo se centra en el análisis de cinco grandes bloques de factores que afectarán a la salud: temperaturas extremas, calidad del aire, calidad del agua, enfermedades transmisibles y otros. En el primero de ellos, explica el estudio que la relación causa-efecto en situaciones de calor extremo entre la temperatura y la morbimortalidad es “la más clara”. El mayor número de días de calor, sobre todo en verano, favorece la aparición de incendios forestales, cuyos humos representan un importante riesgo para la salud.
Este calor vendrá asociado a un incremento de la demanda energética que conlleva un aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y contaminación, pues hay que contar con una reducción del potencial hidroeléctrico debido a la reducción de precipitaciones. Aunque Castilla-La Mancha ha apostado fuertemente por energías renovables, fundamentalmente eólica, “las trabas que inexplicablemente se han puesto frente al autoconsumo y explotación de la energía solar”, añade el informe, unidas a la pobreza energética, convierten este estado de cosas en un “cóctel complejo”.
¿Qué ocurre con las situaciones meteorológicas extremas? Este es el segundo bloque en el que se detienen los autores respecto a la salud humana. De acuerdo con las previsiones de reducción del número de días de precipitaciones (aunque estas sean de mayor intensidad), esto supone un mayor riesgo para la población, la cual puede sufrir lesiones por ahogamiento o por traumatismo, aislamiento, escasez de agua potable y la aparición de epidemias y enfermedades alérgicas (asma, dermatitis, etc.). “Es necesario considerar igualmente el aumento del riesgo de sequías extremas, que puede impactar negativamente en la agricultura y la ganadería y, por tanto, en la alimentación de los sectores más pobres de la población. Igualmente, estos episodios afectarán al suministro de agua potable y aumentarán el riesgo de transmisión de enfermedades por agua o alimentos, así como la ocurrencia de incendios forestales”.
El tercer apartado incide en la calidad del aire y en el hecho de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que en 2012 la contaminación atmosférica causó alrededor de siete millones de muertes prematuras en todo el mundo. Ejerce un impacto directo en el aumento de la morbimortalidad por infecciones respiratorias, cardiopatías, prevalencia de asma y cáncer de pulmón, incluso en concentraciones de contaminantes relativamente bajas.
En Castilla-La Mancha, la red de vigilancia de la calidad del aire cuenta en la actualidad con únicamente 12 estaciones de control y vigilancia: cuatro en Puertollano, una en Talavera de la Reina, en Illescas y en Azuqueca de Henares y una en cada capital de provincia. Estas estaciones fijas están situadas, en algunos casos, en las afueras de los núcleos urbanos, en zonas residenciales alejadas de los núcleos más importantes de contaminación por tráfico, “lo que podría estar proporcionando una imagen incorrecta y más favorable que la correspondiente a la situación real”.
El informe destaca como previsible un incremento de la contaminación atmosférica, especialmente la fotoquímica procedente de las reacciones de los hidrocarburos y los óxidos de nitrógeno, estimuladas por la luz solar intensa y el incremento de la temperatura. De estos contaminantes, el ozono es generalmente considerado como el componente más tóxico. Sus principales efectos adversos están relacionados con el sistema respiratorio, ya que produce una disminución de la función pulmonar. Los más jóvenes, con hiperreactividad de vías aéreas, como los asmáticos, constituyen el "grupo más sensible" a los efectos del ozono, que produce un agravamiento del asma, con el consiguiente aumento de visitas a urgencias, de ingresos hospitalarios y, probablemente, un aumento de la mortalidad. "La polución atmosférica en espacios interiores procedente de combustibles sólidos constituye también un importante factor de riesgo de enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cáncer de pulmón entre los adultos".
Por otra parte, el informe apunta que la calidad global del aire vendrá dada no solo por la contaminación atmosférica de origen antropogénico u ozono, sino también por la presencia de alérgenos y polvo en suspensión. Es clara la asociación entre altas concentraciones de polen y esporas y epidemias de asma y de otras enfermedades alérgicas como la rinitis, conjuntivitis alérgicas o dermatitis atópica. El cambio climático está modificando los periodos de floración y, por tanto, los tiempos de exposición a los pólenes por parte de la población. El olivo, la vid, coníferas, plátanos, fresnos y gramíneas son algunas de las especies más frecuentes en esta comunidad autónoma. las cuales ya están alargando sus tiempos de polinización.
La calidad del agua es otro de los efectos que con más amplitud de desarrollan en el informe. Concretamente, habla del “estrés” de los recursos hídricos debido a la reducción de las lluvias y a factores como el crecimiento de la población, el cambio económico y los usos de la tierra. El empeoramiento de la calidad del agua afectará a sectores como la agricultura, la ganadería, el suministro hídrico, la producción de energía y, “una vez más, a la salud”.
Infecciones alimentarias
Explican los autores que las principales infecciones alimentarias son aquellas causadas directamente por microorganismos, como por ejemplo las amibiasis o la salmonelosis, o también por la ingestión de toxinas producidas por microorganismos, como por ejemplo el botulismo o la intoxicación producida por estafilococos. “La escasez de agua, su baja calidad, y las altas temperaturas podrán favorecer el impacto de estas infecciones sobre la población”.
Por otra parte, el incremento de la temperatura, con inviernos más suaves y más cortos, ayuda a incrementar el tiempo que la población pasa al aire libre, por lo que la exposición a radiación ultravioleta también se incrementa en periodos en los que, al no tratarse del verano, la población no es consciente o no se preocupa de que es igualmente necesario tomar medidas de protección solar. Esta situación podría conducir, por ejemplo, a un aumento en la incidencia de cánceres de piel.
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Además de los efectos sobre la salud física, el informe también considera un potencial efecto del cambio climático sobre la salud mental y el estado de ánimo. Sequías u olas de calor incrementan el estrés de aquellos enfermos mentales o de personas susceptibles de llegar a padecer una de estas patologías. La temperatura y las variaciones en otros parámetros climáticos, como las precipitaciones, pueden afectar el estado general de salud mental de la población, aumentando, por ejemplo, el nivel de ansiedad, depresión, agresiones o angustia crónica,
Conocidos los potenciales efectos, y algunos ya no potenciales sino reales, del cambio climático sobre la salud, "es evidente que las medidas para mitigarlos producen un beneficio claro y directo", como se viene demostrando desde el cuarto Informe del IPCC. Por ejemplo, la reducción de la dependencia energética de los combustibles fósiles, afirman los autores, "disminuiría la contaminación atmosférica y, por tanto, la incidencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares". La potenciación del transporte en bicicleta, o a pie, o en medios de transporte menos contaminantes que los automóviles actuales, "no solo reduciría la contaminación atmosférica, sino también los accidentes de tráfico urbano y las lesiones y las tasas de mortalidad".
Tras poner sobre la mesa soluciones para la mitigación de estos efectos a todos los niveles, los autores consideran necesario realizar lo antes posible un proceso de "evaluación y monitorización" de la capacidad de los servicios sanitarios de Castilla-La Mancha para hacer frente a situaciones extremas. En este sentido, ven conveniente prestar especial atención a las necesidades de las poblaciones más vulnerables, como niños y ancianos, y en especial a las zonas geográficas y sectores de la población que sufran una precariedad de infraestructuras, menores niveles de ingresos y educación deficiente. En definitiva, “la salud debe ser considerada uno de los sectores estratégicos para evaluar el impacto, la vulnerabilidad y la adaptación frente al cambio climático”.