Hoy, como cada segundo sábado del mes mayo, se celebra el Día Mundial del Comercio Justo y en esta ocasión, cobra más fuerza que nunca como un modelo económico que permite enfrentar, de manera inclusiva y solidaria, la crisis económica y social provocada por la emergencia sanitaria por coronavirus.
Este modelo económico sitúa en el centro, como ningún otro, los derechos de las personas y la sostenibilidad de nuestro planeta, expresada fidedignamente en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el consumo responsable, en la medida que no deja atrás a nadie sin cubrir, de forma digna, sus necesidades básicas y, además, lo hace garantizando precios y salarios dignos a las personas que producen lo que consumimos, a la par que se respetan sus derechos humanos y laborales.
Una mirada del comercio justo desde la sostenibilidad nos muestra al comercio justo como un aliado estratégico imprescindible para alcanzar los ODS ya que los principios que lo sustentan se identifican con la mayoría de ellos, contribuyendo, por tanto, a la consecución de las metas previstas en la Agenda 2030. Aunque su vinculación más inmediata es con el objetivo de consumo y producción sostenibles, también resulta trascendente su aportación en otros como el fin de la pobreza, hambre cero, igualdad de género, reducción de las desigualdades, acción por el clima o las alianzas para lograr estos mismos objetivos.
Un rápido análisis de estos ODS nos desvela el significado del comercio justo y, en suma, la economía solidaria desde las diversas manifestaciones que la componen. El comercio justo se desarrolla a partir de la comercialización de productos sostenibles, producidos a partir de cultivos orgánicos y ecológicos, que preservan el medio ambiente y lo hacen garantizando su calidad y la forma en qué han sido producidos: condiciones laborales justas e igualitarias, en las que no hay espacio para la explotación o la mano de obra infantil.
No obstante, su principal seña de identidad es la solidaridad, la preocupación desinteresada por aquellos que menos tienen, y es ahí donde radica su poder transformador, aquel que coopera para ayudar a salir de la pobreza a más de 700 millones de personas en el mundo o a mejorar la calidad de vida a otras muchas.
Sin embargo, en estas fechas de pandemia y a pesar de las dificultades sobrevenidas, las organizaciones de comercio justo no han faltado a su cita con su compromiso empático y altruista, haciendo donaciones a centros de salud, facilitando alimentación básica o cuidados a los más vulnerables, fabricando mascarillas o geles desinfectantes o dándoles el apoyo necesario para hacer virtud de los consejos recibidos.
Por todo ello, en Castilla- La Mancha nos sentimos muy orgullosos de haber sido cuna del comercio justo en este país, desde que en los años noventa se aprobara en las Cortes Regionales una proposición no de ley para su fomento en la región. Fruto de aquella iniciativa, organizaciones y entidades, entre otras, como Romero en Albacete, Jaima en Tomelloso o Didesur y El Rincón Lento, en Guadalajara vienen reafirmando, día tras día, la convicción de que otro mundo no solo es posible sino también que el comercio justo es el camino corto que nos conduce a él.
El reconocimiento a toda esta singladura ha quedado anclado en la Ley 3/2019, de 22 de marzo, del Estatuto de las Personas Consumidoras en Castilla- la Mancha para emprender -con la apuesta firme de la Consejería de Desarrollo Sostenible en trazar nuevas rutas para el comercio justo- nuevos retos como la soberanía alimentaria, la reducción del desperdicio alimentario o el consumo agroecológico y de proximidad.
En definitiva, son tantas las razones que nos guían sobre qué tipo de consumo queremos hacer para poder construir un futuro mejor cuando esta pandemia haya pasado, que si cambiamos el rumbo de nuestras decisiones y compartimos la responsabilidad que tenemos en ello, habremos descubierto que toda crisis esconde una oportunidad.
José Luis Escudero, consejero de Desarrollo Sostenible de Castilla-La Mancha