Los astrofísicos no pueden ver los agujeros negros con ningún telescopio, pero saben que existen porque ven los efectos que provocan a su alrededor. Los agujeros negros son zonas del universo en las que se concentra tanta masa, que la fuerza de la gravedad no deja escapar nada, ni siquiera la luz, por eso no pueden verse, aunque sí vemos como desaparecen poco a poco todas las estrellas, planetas y polvo que los rodean, atraídos inexorablemente por su inmensa fuerza gravitatoria hasta que caen en el abismo. Así es como los agujeros negros se hacen cada vez más grandes, y más negros. Devorándolo todo.
Algo parecido ocurre con Madrid. Tiene tanta masa, y nosotros somos tan insignificantes, que estamos condenados a sentirnos atraídos por su fuerza gravitatoria hasta que acabemos fundiéndonos en la gran ciudad del centro de España. En la ilustración os presento un mapa temático de la evolución de la población de Castilla-La Mancha durante los últimos 10 años elaborado con datos del padrón continuo. Los municipios que crecen se han representado en colores ocres y rojos, el resto con azules y violetas. Como vemos, solo crecen las zonas fronterizas con Madrid de las provincias de Guadalajara y Toledo, y en menor medida los entornos inmediatos de algunas capitales, que a duras penas se mantienen. En muchos municipios de Cuenca, Guadalajara, y la Jara toledana se ha perdido más del 30% de la población en los últimos diez años cuando parecía que ya no quedaba nadie que pudiera irse.
La diferencia fundamental con los agujeros negros es que Madrid puede verse a simple vista sin necesidad de telescopio, y no hace falta ser astrofísico para ver los efectos de su masa sobre el territorio que la rodea. Esto debería permitirnos estudiar mejor lo que está pasando, analizar qué es lo que nos conviene a los planetas y asteroides que todavía giramos a su alrededor, y actuar en consecuencia, ya sea para amortiguar su inmensa fuerza centrípeta, o para fundirnos con la gran ciudad de la forma más favorable posible, pero no es eso exactamente lo que estamos haciendo.
Lo primero que llama la atención cuando vemos cualquier mapa o leemos cualquier informe territorial de Castilla-La Mancha es que, no solo no tenemos en cuenta a Madrid, sino que parece como si nos negáramos a reconocer su existencia. Sencillamente, no sale en nuestros mapas, aunque ningún mapa de la Comunidad puede entenderse sin Madrid. No queremos verla y con esta negativa perdemos cualquier oportunidad para preparar nuestro futuro. Hacemos como si no existiera mientras nos está devorando.
No queremos ver a Madrid en nuestros mapas porque nuestro objetivo es diferenciarnos, fortalecer nuestra autonomía, “hacer Región”. Las fronteras administrativas, que en nuestro caso son completamente artificiales, están actuando como murallas, hasta el punto de que un límite como el que separa el término municipal de Aranjuez de la provincia de Toledo puede resultar infranqueable cuando se diseña una autopista. Cruzar la frontera con Madrid es como pasar del salón al dormitorio, pero implica impuestos y normas diferentes para todo lo que tenga que ver con un permiso administrativo, ir al médico o ir a la escuela, y mientras tanto, el agujero negro sigue actuando.
Madrid es muy grande, todos los estudios serios nos dicen que todo el mundo occidental tiende a concentrarse en torno a una red internacional de grandes ciudades, y por muchas competencias autonómicas que tengamos, dudo que podamos evitar este fenómeno borrando a Madrid de nuestros mapas. Lo que tenemos que hacer es justo lo contrario, integrarnos cada vez más, buscar espacios de colaboración, analizar los problemas territoriales basándonos en espacios económicos reales al margen de las fronteras autonómicas, provinciales o municipales, abordar conjuntamente las posibles soluciones y eliminar las barreras y diferencias administrativas que hemos ido creando desde hace 40 años para diferenciarnos de nuestros vecinos. No nos queda otra. Madrid no es nuestro enemigo, es nuestro presente y, cada vez más, nuestro futuro. Cuanto antes lo entendamos, mejor.
Artículo de Tomás Marín Rubio, arquitecto