Hace poco escuchaba en la radio un anuncio de alarmas de seguridad privada que venía a decir algo así como "¿y si instalamos también una alarma en la casa de la playa?". Haciendo un poco de memoria, es fácil recordar algunos mensajes que suelen aparecer en estos comerciales: "...el miedo que se siente cuándo un ruido te despierta en mitad de la noche", o "me acabo de enterar que han robado en casa del vecino". Estos anuncios son efectivos, desde luego, pues las campañas de marketing modernas han sabido ver que para aumentar sus beneficios se debe trabajar sobre el componente emocional. Prácticamente ninguno de estos anuncios nos habla de las características técnicas de la alarma, su eficacia, u otros detalles del producto, simplemente tratan de agitar en las personas una determinada emoción: en este caso, el miedo.
Pero veamos algunos datos: en un estudio de Berg Insigth (2016), podíamos ver que España, pese a tener un menor PIB per cápita que la mayoría de países estudiados, tiene instalados muchos más sistemas de alarma. Tiene más instalaciones que países como Dinamarca, Finlandia, Suiza... y todo ello con unos ingresos por hogar mucho menores. Una auténtica majadería.
La realidad es que España frecuentemente es calificado por diferentes medios e instituciones como uno de los países más seguros de Europa y del mundo. Las cifras de Eurostat (2016) para el mismo año que comentábamos anterior muestran que nuestro país está a la cola en la tasa de robos y atracos. ¿Y qué porcentaje de la población podría tener en su casa suficientes joyas, dinero en efectivo, etc. como para ser un objetivo goloso para posibles malhechores?
La cantidad de alarmas que se vienen instalando en los hogares me hace pensar en una famosa escena de la película "El lobo de Wall Street" en la que el gurú de las ventas nos muestra cómo se vende un bolígrafo: creando una necesidad. Aquellos que tratan de evidenciar las características objetivas del bolígrafo o su utilidad son descartados rápidamente, la clave la aporta uno de estos sagaces vendedores: "Escribe tu nombre en la servilleta", Y la respuesta: "No puedo, no tengo bolígrafo". Todo un lince. Y así, se ha creado una necesidad que no existía para vender un producto que no necesitaba. Y por eso, se nos bombardea con miedo.
No nos sorprende entonces los partidos de la derecha utilicen la misma estrategia que los sistemas de alarmas, pues se ha demostrado efectiva. Especialmente en temas como los relacionados con las personas migrantes. Los datos reflejan que la población española tiene una percepción sobre la cantidad de personas inmigrantes en nuestro territorio muy superior a la realidad. Es el segundo país con mayor diferencia percibida, únicamente por detrás de Italia, donde Salvini y los suyos llevan ya tiempo jugando a este juego. Ni siquiera en esto somos innovadores.
Fuente: El Confidencial, en base al Barómetro del CIS.
El discurso político de las derechas gira en torno a esta percepción, y no en torno a la realidad. Y nos hablan constantemente de "invasión" y de apuntalar fronteras. Como los sistemas de alarmas, van al componente emocional, a nuestro miedo. Y parece que están teniendo éxito con las ventas. Parte de la ciudadanía manifiesta que "hay demasiados inmigrantes", "que nos quitan el trabajo" y lo hacen en base a una realidad artificial, construida simplemente para vendernos su producto. Todo ello, mientras miles de personas migrantes tienen que ser contratadas en origen para trabajar en los campos andaluces ya que es mínimo el porcentaje de puestos de trabajo que se cubren por la población autóctona.
Que haya personas migrantes en nuestro país debería ser visto como una oportunidad, en muchos sentidos, tanto a nivel económico, como social. En algunos sectores (como el mencionado de la agricultura) más que una oportunidad, ya es una auténtica necesidad. En lugar de ello, la campaña de marketing que se viene realizando hace que se considere a estas personas como una amenaza. Y eso, sin entrar a valorar los bulos y rumores que se difunden respecto a actos delictivos cometidos por personas extranjeras, atentados, etc. De nuevo el negocio del miedo.
La verdadera amenaza son estos discursos. Una amenaza a la convivencia, una amenaza a la idea de ciudadanía, una amenaza a los derechos sociales que se han conquistado en las últimas décadas, una amenaza para la construcción de una sociedad inclusiva y democrática. Porque al final, ni siquiera sabemos de qué color pinta el bolígrafo que estamos comprando, no sabemos ni si escribe, pero al final, nos empuja el miedo: ¿y si necesito escribir algo y no tengo bolígrafo? Ese miedo que tan bien han sabido utilizar algunos partidos para deformar la realidad y "aumentar sus ventas. Para estas elecciones, quizá deberíamos preguntarnos si es buena idea construir un país desde el miedo.
Aleix Morilla Luchena - Profesor de Trabajo Social, Inmigración y Diversidad en la Universidad de Huelva