“En el último año hemos empezado a estudiar con más intensidad el sexismo en las relaciones de pareja en la adolescencia… particularmente en las redes sociales, pero también presencialmente, fuera de línea.” Hablamos con las investigadoras Soledad Andrés Gómez y Luana Bruno, ambas personal de la Universidad de Alcalá (UAH) e integrantes de la Cátedra de Género ‘Isabel Muñoz Caravaca’. Ambas son, junto a la doctoranda Soraya de la Osa, creadoras de unos talleres juveniles revolucionarios que esperan implantar en Castilla-La Mancha próximamente. ¿Lo novedoso? Que su objetivo “no es solo dar una fotografía de lo que ocurre en la sociedad entre las personas adolescentes, si no intervenir”, explica Bruno, personal investigador en formación del Departamento de Ciencia de la Educación de la UAH.
Y es que, tal y como subrayan ambas profesionales, “hay pocos estudios sobre la violencia de género en la población adolescente”, a pesar de su importancia. “Las ideas que se construyen en la adolescencia difícilmente se cambian en la adultez a no ser que haya una educación regular, que es la intención de los talleres ideados por Luana Bruno”, añade Andrés, jefa de equipo de la investigación y profesora de Psicología Evolutiva y Educación.
Bruno, quien se ha encargado de poner en práctica estas formaciones, define la adolescencia como “una etapa vital de desarrollo para intervenir e intentar o bien minimizar estereotipos de género o conductas sexistas, o bien prevenirlas” ya que la educación que reciben las nuevas generaciones sigue siendo desigual.
“No basta con considerarse iguales porque la educación es básicamente una educación machista para todos y para todas”, añade Andrés. “Desde los 3 años las niñas aprenden estereotipos de género que van generando ese caldo de cultivo que nos va situando en una situación de desigualdad con respecto a nuestros compañeros”.
Talleres como los de estas investigadoras suponen un paso distinto en el trabajo académico en materia de igualdad porque, además de identificar las conductas machistas entre los jóvenes, esperan cambiarlas a través del “debate entre los iguales”. “El punto diferencial”, respecto a otras formaciones en el resto de España, es que “el rol de la investigadora es el de dinamizadora, es alguien que propone pero no dirige el debate. La idea es generar un clima en el que vayan emergiendo las ideas y las opiniones, no importa de qué calidad, y sin que se sientan juzgados por los adultos que están presentes”.
Por el momento los talleres se han realizado con dos grupos de estudiantes, uno de 3º de la ESO y otro de 1º de Bachillerato de la Comunidad de Madrid, y ya han mostrado su efectividad. “Si se cumple ese clima de libertad de expresión en ese contexto de debate entre los iguales, los chicos y las chicas van a hablar libremente, se producen las discrepancias y por lo tanto la reflexión para el cambio”.
Según Bruno, “de ese tipo de narrativa es intentar llamar la atención de estos chicos y chicas para que empiecen a conectar con sus propias experiencias o las de sus amigos. A partir de ahí, a través de unas preguntas que hacemos, ellos empiezan a contestar y a contarnos sus vidas. Aquí les hacemos preguntas para que reflexionen y empiecen a reposicionarse dentro de su creencia”.
Bajo esta dinámica el equipo de investigación ha percibido actitudes machistas generalizadas entre los más jóvenes como, por ejemplo: ellos utilizan las redes sociales para controlar a sus parejas; “ellas tienen relaciones sexuales porque creen que se lo deben a su pareja”; y “los chicos ven que tienen que encajar en la idea de macho alfa aunque ellos no sean así”, entre otras.
“Nosotras lo que hacemos es trabajar con ellos y con ellas, deconstruir concepciones anteriores y construir, a través de un diálogo y esos dilemas, nuevas perspectivas desde las cuales mirar las mismas situaciones.” Bruno asegura que “este formato de taller es bastante distinto a las típicas charlas de instituto donde un equipo de expertos y expertas van y les dan la charla”.
“Lo que sabemos sobre la violencia machista es que no brota de repente”
Tanto Bruno como Andrés esperan organizar más grupos de trabajo de este tipo dada la importancia de la educación afectivo-sexual en la erradicación de la violencia de género. “No podemos establecer una causa efecto pero lo que está claro es que la educación es prevención de todas las violencias y desde luego de la violencia machista”, mantiene Andrés.
“Lo que sabemos sobre la violencia machista es que no brota de repente un asesinato machista. Cuando aparece una víctima asesinada por su pareja o expareja, hay años de soportar maltrato, de baja autoestima y de incorporación de patrones que sitúan a la mujer en una situación de inferioridad con respecto al hombre”, añade.
Según la investigadora, la prevención de la difusión de esa educación machista que reciben tanto hombres como mujeres brilla por su ausencia. “Si hubiera capacidad preventiva, es decir, educación en la igualdad, en el respeto, en los derechos... no se habría llegado a esto. Tenemos demasiadas mujeres asesinadas como para hablar de excepcionalidad. Al contrario, es algo común”.
Según Andrés, “en el hombre también hay años de una socialización terriblemente dañina que le acaba convirtiendo en un asesino de quien más debería querer”. Ante ello la solución está clara: prevención y educación “que es lo que permite cambiar actitudes y comportamiento”.
¿No deberían ser las instituciones públicas quienes hicieran este tipo de talleres?
“Me alegro de que me haga usted esta pregunta. Ojalá”, bromea Andrés. En opinión de la investigadora tanto la Educación Infantil como la Primaria deberían incorporar una asignatura sobre educación afectivo-sexual impartida por profesionales. “No asociaciones, ni voluntarios porque en la voluntariedad no puede descansar la formación de nuestros chicos y chicas sobre un tema de este nivel de complejidad como es la formación afectivo-sexual”.
Y es que, frente a la extendida creencia de que ya vivimos en sociedades con plena igualdad de género, esta premisa ni siquiera se cumple en nuestros colegios o institutos aunque estos sean “probablemente” los entornos más igualitarios que existen. “La escuela es formalmente igualitaria pero no realmente igualitaria”, alerta Andrés. “El acceso es igual para chicos y para chicas en los países avanzados pero ni las relaciones con el profesorado, ni los mensajes que se intercambian, son iguales para chicos y para chicas”.
A estas desigualdades se suman otras extendidas desde “el conjunto del mundo cultural que en su gran mayoría está vinculado a patrones sexistas”. Las investigadoras no dudan en apuntar que “somos sociedades formalmente iguales pero con desigualdades enormes”.
“Tenemos incorporados patrones muy estereotipados. Hay que ir desmontándolos y eso es muy costoso”
Frente a un machismo interiorizado desde el seno familiar, cultural y educativo, que alimenta las violencias y asesinatos machistas, “lo positivo es que en los últimos años ha habido una revuelta de las chicas”. Sin embargo, “no es suficiente”. “Tenemos incorporados patrones muy estereotipados. Hay que ir desmontándolos y eso es muy costoso” y requiere una voluntad política en la que la educación en igualdad de género es “imprescindible”.
En esta lucha, “de fondo, no de velocidad”, Bruno y Andrés esperan haber creado una herramienta de investigación y formativa que sea incorporada por “todo el personal docente de los institutos de secundaria que quiera intervenir, aprender a través de nosotras y poder seguir trabajando en ello.
“Tenemos toda la intención de seguir publicando guías docentes e investigaciones más amplias para poder aportar cada vez más a la sociedad y al mundo científico”, añade Bruno. “Vamos a estudiar todos los fenómenos y episodios de violencia de género y le vamos a dar distintas salidas. Hay que insistir trabajando para construir un futuro mejor del que tenemos”.