
Concentración en el Hospital Virgen de la Salud
El primer profesional sanitario que nos atiende cuando llegamos a las urgencias de un hospital es un celador o una celadora. Ellos son los encargados de trasladarnos, derivarnos a un especialista u otro, de acompañarnos a las pruebas y de atendernos en todo momento. En muchas ocasiones, su labor nos pasa desapercibida debido al estado en el que podemos encontrarnos, pero son “la primera línea” y su contacto con los pacientes es “directo y físico”. En la actualidad, con la pandemia de COVID-19, han aflorado los problemas de un colectivo profesional siempre invisibilizado y relegado, que actualmente no se considera profesión de riesgo y que no cuenta con la protección necesaria frente a este y otros virus.
Son más de 20.000 en toda España y unos 450 en los hospitales de Toledo. Para conocer más de cerca su contexto, hablamos con Ángel. Es celador en el Hospital Virgen de la Salud de la capital castellanomanchega y antes lo fue en el Hospital Nacional de Parapléjicos. Comenzó a trabajar con 20 años, por lo que se ha convertido en el trabajador de esta categoría de menos edad con más experiencia de Castilla-La Mancha. Junto con decenas de compañeros y compañeras se han unido a las reivindicaciones estatales para su reconocimiento como grupo de riesgo, canalizadas a través de la Plataforma ‘Reconocimiento para el Celador Ya’.
“Somos los primeros que tenemos contacto con los pacientes, con las personas, y los encargados de llevarlos a todas las pruebas. Eso incluye funciones como tranquilizarlos si están muy nerviosos o ansiosos, aunque la situación sea difícil. Es importante saber hacer esto último. Hace falta empatía, porque todos podemos estar en esa situación y necesitar ese apoyo”, detalla en primer lugar. A eso se refiere cuando habla de la “primera línea” y del “contacto completamente directo”, porque entre sus funciones también está levantar, acostar, mover y girar a las personas que atienden.
Afirma que su forma de actuar ha sido la misma antes y durante la pandemia, como la del resto de sus compañeros. Habla por su colectivo cuando subraya que no se trata de un “trabajo mecánico” y que “sobre todo, trabajamos con personas, dando prioridad a su bienestar”. Pero ahora, lo que piden es un añadido de protección como el que toda la ciudadanía pediría para su trabajo pero de manera más apremiante, precisamente por el contacto directo. “Si no hay medidas, y esos equipos de protección no son los mismos con los que cuenta el resto del personal sanitario, podemos contagiar a los demás”.
De ello depende nuestra vida, la de nuestras familias y la de mucha gente"
Según destaca Ángel, todos ellos deben pagarse mascarillas de su bolsillo, porque solo les proporcionan una quirúrgica para todo el día, “cuando en diez minutos puedes tener contacto hasta con tres pacientes”.
Arremete muy duramente contra las palabras del ministro de Sanidad, Salvador Illa, y del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, afirmando que los celadores no son profesión de riesgo. “Es a lo que se han agarrado las diferencias administraciones para no proporcionarnos la protección necesaria. Yo no sé en qué tipo de hospitales habrán trabajado ellos, pero en todos los hospitales españoles somos los que tenemos el contacto más directo. De ello depende nuestra vida, la de nuestras familias y la de mucha gente, porque no se dan cuenta de que si tengo contacto con una persona a las ocho de la mañana y no estoy bien protegido, puedo tener contacto con 20 o 30 personas más en las siguientes horas. No me parece ni mínimamente ético que se nos niegue eso”.
Frente a esa desprotección, cuenta que en su colectivo “todos somos muy profesionales” y que por ello han optado desde siempre por proporcionarse su propio material, “no solamente por nosotros sino por la multitud de contactos que tenemos en el hospital”. Y afirma que en ninguna circunstancia dejarían de hacerlo: “A una persona que entra por urgencias no la puedo dejar de atender tenga o no tenga protección, es un compromiso moral. Hablo por mí y casi por el cien por cien de mis compañeros. La mayoría estamos en los hospitales porque nos encanta el trato con el ser humano y es muy triste cuando te encuentras con unas circunstancias como las de ahora, tan excepcionales para todo, y tienes que andar pidiendo una protección que ya desde antes debería ser obligatoria”.

CCOO
La máxima principal que enarbola Ángel es que “al final nos cuidamos para proteger a los demás y no ir contagiando a otras personas”. Sucede lo mismo con la higiene y el lavado de manos porque “puedes estar con alguien con una enfermedad contagiosa y después tratar a alguien con las defensas muy bajas”.
Parte de las carencias de este colectivo profesional tiene mucho que ver con una categoría profesional que se rige por un convenio de 1971 “totalmente obsoleto” y con funciones que han ido cambiando a lo largo de los años. “Y durante este tiempo nadie ha hecho nada por cambiar la situación, ni sindicatos, ni partidos políticos, ni administraciones”, motivo por el que han decidido constituirse como movimiento independiente.
Entre sus peticiones se encuentra por tanto la valoración de la profesión y la instauración de cursos de formación o grados medios que mejoren la capacitaciones. “Es imprescindible tener un poco de tacto y formación”, considera, ya que ahora mismo, para la oposición es suficiente con el certificado de escolaridad. Opina que son necesarios una serie de conocimientos para hacer frente a las situaciones con las que se encuentran “y más en la actualidad”. “No pedimos que sea una carrera unversitaria pero sí una preparación que vaya más allá de solo querer llevarte un sueldo”. Asimismo, aunque lo considera menos importante, ve fundamental conseguir la equiparación salarial con otras comunidades autónomas.
“Al final no solo nos estamos reivindicando como profesionales de riesgo, sino como personas”, resume. Deja clara la labor “absolutamente imprescindible” de médicos, enfermeras y auxiliares, por los que se sienten muy apoyados ya que “todos somos un equipo, aunque no se nos proteja a todos igual. “Nos sentimos parte de todos los aplausos, de la alegría cuando alguien de la UCI, de la tristeza cuando alguien muerte… Sé que no soy médico ni enfermero, pero por eso no dejamos de sufrir. El celador sufre. No solo llevamos y traemos a las personas, también sufrimos con ellas”, concluye.