“Los hombres nos hemos socializado con el privilegio y las personas que somos privilegiadas tenemos dificultad para ver la desigualdad”, explica Raúl Rodríguez, formador especializado en género que estará en Toledo impartiendo el taller gratuito ‘Ser padre y estar presentes’ de la Escuela Toledana de Igualdad.
Hablamos con Rodríguez para descubrir cómo los hombres pueden “deshacerse de los privilegios y del machismo” aunque sea “difícil”. Y es que, "todos los hombres estamos en esas lógicas patriarcales, incluso quienes trabajamos en esto, porque son inconscientes”.
Partiendo de esta realidad, lo importante es que es posible “deshacerse de los privilegios y del machismo” aunque sea “difícil”. En este camino, según el formador, es mejor ir acompañado por otros hombres en talleres como el que ofrecerá en Toledo. “De forma grupal hablaremos de nuestras dificultades, nuestros privilegios y de esa desigualdad”, además de aprender otras formas de ser hombre y padre, demandadas por todo un movimiento feminista y por las mujeres en particular.
“Las mujeres llevan sufriendo la desigualdad muchos siglos y demandan una rapidez en el cambio”, añade el formador quien anima a los lectores a participar en su taller. “Estamos viviendo un momento en el que el hombre se está incorporando a los cuidados y dentro de los cuidados a la crianza y muchos no sabemos qué hacer porque nuestros modelos de referencia son unos padres y abuelos que no han estado en esta crianza, han sido padres ausentes”.
Ante la ausencia de referentes, talleres como ‘Ser padre y estar presente’ se convierten en el primer paso para aquellos que quieran “trabajar las masculinidades, reconocer sentimientos y dejar los privilegios”, algo “difícil y que no beneficia a los hombres, pero que es una responsabilidad”. “Tenemos que saltar y pensar que lo que hacemos tiene un beneficio en las mujeres y en el conjunto de la sociedad”.
Y es que, tal y como expone Rodríguez, abogar por la igualdad de género supone renunciar a numerosos privilegios, algo que sólo merecerá la pena pensando en los demás. Por ello, el formador plantea un interrogante: “¿Qué les vamos a decir a nuestras hijas cuando ellas vivan la desigualdad? Cuando nuestras hijas vean que no tienen privilegios, cuando vivan la violencia ejercida por los hombres hacia ellas... ¿Qué les vamos a decir cuando nos pregunten ‘oye papá y tú hiciste algo para evitar que yo sufriera este machismo’?”.
Un padre que pueda leernos, ¿por qué debería ir a este taller?
Yo soy padre y veo distintas motivaciones. Una de ellas es que estamos viviendo un momento en el que el hombre se está incorporando a los cuidados y dentro de los cuidados a la crianza de sus hijos e hijas.
Esta incorporación es lenta pero requiere que sea rápida porque hay una desigualdad respecto a los cuidados. Es un trabajo lento, de largo recorrido, pero que hay que hacer ya porque las mujeres llevan sufriendo esa desigualdad muchos siglos y demandan una rapidez en el cambio.
Ante esta situación los hombres no sabemos qué hacer porque nuestros modelos de referencia son unos padres y abuelos que no han estado en esta crianza, han sido padres ausentes. Ahora muchos queremos hacerlo de otra manera y aquí entra la segunda motivación: descubrir cómo ser padre y cómo estar presente en cuidados y crianza. Creo que es importante que este aprendizaje sea de forma grupal y que nos juntemos con otros hombres para hablar de nuestras dificultades, nuestros privilegios y de esa desigualdad. Hay que romper con la soledad de la paternidad, hay que hablarlo, tanto con otros hombres como con nuestras parejas. De esta forma luego podremos decidir cómo poner los cuidados en el centro, un mensaje que trae el feminismo pero que hay que llevar a la práctica.
Los roles están cambiando y los hombres nos encontramos en un momento de mucha dificultad porque nuestro sistema de creencias como hombres choca: por un lado la gente que aplaude las nuevas paternidades y por otro la dificultad de llevarlas a cabo porque no tenemos referentes. Para esto es el taller: crearemos un espacio donde compartir cómo está siendo nuestra vivencia de ser padres y sus contradicciones, pero también vamos a conectarnos con la ternura de criar y estar con un bebé y todo el aprendizaje de este rol.
Pero la educación machista relega a los hombres a ocultar sus sentimientos…
Los hombres sabemos expresar nuestras emociones, la rabia y la ira la expresamos super bien, y la violencia también. Ahora hay que afrontar otros sentimientos. Hay que diferenciar entre la intención del impacto de nuestros privilegios y de nuestros machismos. Cuando una compañera, una pareja, en el trabajo o una familiar, nos informa de que estamos siendo machistas, de que estamos usando esos privilegios, tenemos que escucharlas y no negarlo. Muchos no tenemos la intención de ser machistas pero está tan dentro de nosotros que a veces ni lo pensamos, por eso es importante pararse a pensar y no quedarse en que “no era nuestra intención”. No era tu intención pero está pasando.
Por ejemplo, por el hecho de ser hombre, si andas detrás de una mujer en una calle oscura tienes un impacto, haces que ella tenga miedo, aunque no sea tu intención.
Nos cuesta ver el impacto que tienen nuestros privilegios sobre las mujeres. Cuando nos dicen que estamos siendo machistas nuestra primera reacción es negarlo"
¿Por qué a los hombres les cuesta dar el paso de reconocer sus propios machismos y cambiarlos?
Veo que hay algo clave que tiene que ver con el aprendizaje del privilegio. Nosotros como hombres nos hemos socializado con el privilegio y las personas que somos privilegiadas tenemos dificultad para ver la desigualdad. Las mujeres son las que están mostrando esa desigualdad.
Yo trabajo también a nivel individual y en terapia muchos hombres me cuentan que se sorprenden cuando, a pesar de ser buenos padres y cuidar, sus parejas les dicen que siguen estando a otras cosas. Y es verdad, porque la carga mental de los cuidados sigue siendo de las mujeres porque se las educa para tener esa carga y es algo que a los hombres les cuesta ver.
Nos cuesta ver el impacto que tienen nuestros privilegios sobre las mujeres. Cuando nos dicen que estamos siendo desiguales, machistas, nuestra primera reacción es negarlo y luego ya resolverlo rápido. Pero hay que quedarse en esa incomodidad, aunque no queramos sentirla, porque es importante poder hablar de este conflicto para buscar una solución. Muchas veces no lo hablamos porque los cuidados y las relaciones de pareja siguen siendo relegados a lo íntimo, de cada casa.
Hay que trabajar desde la práctica, y no tanto desde el discurso, para cambiar nuestro machismo. Pero es que todos los hombres estamos en esas las lógicas patriarcales porque son inconscientes, incluso quienes trabajamos en esto, la deconstrucción es constante. Y es que seguimos socializandonos en un sistema de creencias patriarcales.
Partiendo de que los hombres tienen privilegios… ¿Por qué esa deconstrucción, hay beneficios para los hombres en el feminismo?
Hay que cambiar el chip. Juntarse y hablar es positivo a título personal, pero lo que se persigue es un beneficio más global. Trabajar las masculinidades, reconocer sentimientos y acciones, es fundamental, pero el beneficio no es solo personal. Tenemos que saltar y pensar que lo que hacemos tiene un beneficio en las demás personas, en las mujeres y en el conjunto de la sociedad.
Dejar los privilegios no es un beneficio para los hombres, es difícil, pero es una responsabilidad con las personas con las que convivimos y con nuestros hijos e hijas. Porque… ¿Qué les vamos a decir a nuestras hijas cuando ellas vivan la desigualdad? Cuando nuestras hijas vean que no tienen privilegios, cuando vivan la violencia ejercida por los hombres hacia ellas... ¿Qué les vamos a decir cuando nos pregunten ‘oye papá y tú hiciste algo para evitar que yo sufriera este machismo’?
Y con hijos varones es lo mismo. Tenemos que replantearnos cómo educamos a los niños para generar una sociedad más igualitaria, menos violenta hacia las mujeres y donde no haya una parte de la sociedad que sufra los privilegios de otra.
¿Dónde están esos hombres qué participan en cursos como los tuyos?
Por desgracia es un movimiento minoritario. Hay muchos más hombres que no están trabajando la igualdad que hombres que sí lo están haciendo.
Hay muchos jóvenes que también están aquí porque las chicas jóvenes vienen con mucha fuerza, el feminismo está más fuerte que nunca"
El nuevo empuje del feminismo de los últimos años ha reflejado muchas contradicciones y ha empujado a muchos hombres a replantearse su educación. Por ejemplo, yo participé por primera vez en un grupo de hombres en Madrid en el 2005. Era un colectivo de barrio con tres grupos de hombres y ahora mismo hay 20.
Las masculinidades más igualitarias y las formas de ser hombre desde este punto de vista de la conciencia del impacto de nuestros privilegios está en auge. Por ejemplo, hay muchos jóvenes que también están aquí porque sus compañeras están aquí y las chicas jóvenes vienen con mucha fuerza, el feminismo está más fuerte que nunca aunque los discursos de la extrema derecha también vengan fuertes.
¿Cómo ha sido tu propia experiencia de deconstrucción?
Para mí empieza en un lugar colectivo, hace ya más de 15 años, donde otros hombres y mujeres se cuestionan la desigualdad de género. Además enfoco mi trabajo en este tema, sobre todo en la prevención de la violencia de género con adolescentes. En esta etapa trato mucho el cuestionamiento del amor romántico y de la desigualdad y la violencia que genera.
En este camino, de lo personal y lo profesional, me doy cuenta de que todo tiene que ver con un cuestionamiento de tu vida cotidiana porque el machismo está en tu día a día.
En mi mismo he tenido momentos de más atención, con más curiosidad por aprender, y otros en los que he tenido menos, ya que afrontar el impacto que tienes en las mujeres es complejo. Para erradicar el machismo hay que ir profundo y realizar una revisión continua de los privilegios. Parece que si lo creemos nos transformamos y ya somos hombres igualitarios, pero no, el machismo sigue ahí porque hay una educación muy profunda. Deshacerse de los privilegios y del machismo es un camino.
Haces una diferencia entre ser padre y estar presente… ¿En qué consiste?
Estar presente supone saber cuando es la reunión de la tutora del cole, saber que hay de comer o planificar el menú de la semana; supone jugar con tus hijos y también estar con tu pareja, con la persona con la que estás criando, revisando y preguntando como va la cosa, dificultades, retos o como está siendo la relación.
En definitiva, “estar presente” tiene que ver con estar en los cuidados, no solamente estar en los espacios de ocio y tiempo libre, llevarles al cine, al parque o a las actividades extraescolares… porque con esto no estamos pensando en la ropa que necesita mi bebé el mes que viene, y esto es solo un ejemplo de esa carga mental que se les impone a las mujeres.
¿Qué pasa después de un taller cómo este? ¿Cuál es la reacción de los hombres?
En general, creo que salen con ganas demás. Se rompe esa parte de la soledad y muchos quieren seguir viéndose con otros hombres o generar espacios con sus parejas u otras mujeres, para ver qué pasa con esto.
El impacto que tenemos como hombres en las mujeres tiene unas consecuencias que hacen que haya más mujeres en terapia trabajando esos impactos. Eso es un indicador de la propia desigualdad.
Por ello vemos un cambio de perspectiva en las políticas públicas, tanto respecto a los permisos de paternidad como en las campañas de comunicación. Se venían enfocando en las víctimas de la violencia, en denunciar y no tener miedo, ahora ponen el foco en quien genera esa violencia: los hombres, los agresores. Esto es importante porque si no es una forma de invisibilizarlos, de decir que la violencia se genera espontáneamente, que si alguien la sufre es porque ha pasado algo para que lo haga, y esto no es así.
Los hombres que vienen a terapia vienen con la contradicción entre: no saber cómo hacerlo y la tensión de ser vulnerable, de no saber cambiar, de no tener el poder para cambiar.