Tienen las instituciones la virtualidad de hacer de su capa un sayo: Hacemos la ley para que la cumplan los demás. Y ya contamos en Toledo, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, con varios ejemplos de ello.
¿Recuerdan ustedes la construcción, en 1989, de la Consejería de Agricultura -hoy Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural-proyectada por Manuel de las Casas Gómez? Se argumentó que “una arquitectura moderna podía compatibilizarse brillantemente con la ciudad histórica”, ecuación que revalidó con la construcción de la casa patio particular Sánchez Medina, también en Toledo (2005). No añoramos por ello las intervenciones historicistas que realizara Chueca Goitia en la ciudad, como El Hostal del Cardenal, Corral de Don Diego, Hotel Mª Cristina, que creaban falsos históricos entorpeciendo también una lectura rigurosa del legado histórico en la ciudad.
De esta forma el “panorama urbano”, perfil de la ciudad o 'skyline' se motea de llamativas intervenciones que demuestran el sello de renombrados arquitectos, apoyados, claro está por su mentor, ya sea privado y, en la mayoría de los casos, institucional. Es el caso del Miradero, que cobija el Palacio de Congresos 'El Greco', un aparcamiento de coches y la escaleras de acceso al Casco Histórico, proyecto ejecutado por Moneo en 2001, y, más recientemente, en 1910, el Museo del Ejército que supuso la rehabilitación del mismo y la construcción de un edificio anejo que modifica notablemente la visión del Alcázar en ese ángulo.
El resto de los mortales deben atenerse a normas muy estrictas de conservación de volúmenes, de texturas, cubierta a teja árabe, carpinterías etc., y más cuando su inmueble está inscrito en algún inventario y declarado bajo alguna figura de protección.
Viene a cuento porque, como verán ustedes hemos observado que además de la cubierta plana con la que se quería cubrir la ampliación del Museo Sefardí para la instalación de la Oficina Única de los Museos Greco y Sefardí, se ha elevado el volumen del edificio preexistente anejo y se ha cubierto con unas celosías que tendrán su interpretación “teórica” en tanto en cuanto seguirán, según el autor del proyecto, Fernando Pardo Calvo, un hilo conductor desde los tiempos medievales o referencias artísticas de la minoría religiosa que vivió en el barrio antes de su expulsión.
Y ya no es que el Ministerio, en un afán economicista unifique servicios que, para el Museo del Greco estaban proyectados en el solar de los Alamillos del Tránsito, desdibujando así la autonomía de uno y otro Museo Nacional, sino que se ha introducido en la escena urbana un nuevo elemento arquitectónico que, en las callejas de la judería, llamará notablemente la atención.
Lástima que enfrente encontremos un abandonado y cada vez más deteriorado soberbio edificio neoclásico del antiguo hospital de San Juan de Dios que mandara edificar el cardenal Lorenzana y que, posteriormente, conoció los usos de maternidad y residencia de ancianos, edificio que hubiera servido con creces para las necesidades del Museo Sefardí y se hubiera podido recuperar los volúmenes de tan magnífica fábrica.
Claro está, que los toledanos, acostumbrados a asimilar cualquier aportación cultural nueva, incorporamos al “legado toledano” a todo aquello que nos cae. ¿Recuerdan ustedes la obra neo-egipcia de las Cuatro Calles? Mucho toque en el pecho por parte de conservacionistas y autoridades pero ahí sigue, “dialogando” con el edificio neomudéjar de enfrente.