La Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos (AIETI) ha celebrado esta semana la segunda jornada de su seminario online “Impacto de los fundamentalismos y repertorios de odio en las políticas, narrativas y prácticas: Derechos de las mujeres y personas racializadas en España, vínculos entre Europa y América Latina”.
Más de 400 personas acudían desde rincones de todo el mundo a una cita contra un “racismo neonazi” difundido por “partidos neonazis, ya que llamarles derecha radical es ser demasiado benevolente”. Así lo explicaba durante su intervención Marta Casaus Arzú, socióloga e investigadora, que ha asegurado que los discursos de odio elaborados por partidos políticos como Vox “ tienen su raíz en la España del siglo XVI”.
“El racismo no aparece de repente y es que la colonización de España ya fue racista”. Según la experta, “el racismo se inserta en nuestro corazón y nuestra mente” para florecer en contextos de crisis y es aquí donde la extrema derecha “aprovecha y lanza unos discursos que terminan provocando delitos de odio ya que legitiman agresiones verbales y físicas”.
Ante unas “opiniones que estaban reprimidas pero ya existían”, Casaus asegura que la culpabilidad del empoderamiento de partidos como Vox no recae solo en el Estado. “La ciudadanía justifica a los partidos neonazis por la crisis económica derivada de la pandemia y el descontento generalizado”.
Mientras el racismo de estado alcanza Europa, la experta afirma: “el racismo ha venido para quedarse pero es una lacra y hay que combatirla porque de un simple chiste se pasa a la violencia y termina convirtiéndose en un sistema de dominación y explotación”. Casaus compara a la extrema derecha con “dinosaurios que dan coletazos” frente a sociedades que “por primera vez” luchan en igualdad de condiciones unidas “por objetivos muy claros como el feminismo, el medio ambiente, la lucha por los derechos… son ideologías más movilizadoras que las de ellos”.
“Tenemos que reconocernos como sociedad diversa”
Desde la Red de Mujeres Latinas y del Caribe, Edith Espinola ponía sobre la mesa un reto de nuestra sociedad actual: “marcar un punto de encuentro donde, con nuestras diferencias, confluyamos todos los movimientos que luchamos en defensa de los derechos humanos”. En esta línea Cheik Ndiaye, de la Asociación de Inmigrantes Senegaleses en España (AIESE), añadía que en este trabajo en común, bajo esta unidad, “tenemos que tendernos la mano” independientemente de la nacionalidad. “La lucha no es solo de los inmigrantes, es de todos los españoles. Hay que trabajar en equipo porque si te insultan a ti también me atacan a mi”, añadía Ndiaye alertando de que “muchas veces este mensaje no llega porque ante una agresión racista nos callamos y no denunciamos haciendo del silencio uno de los poderes más importantes en el mundo”.
Frente a la división, el integrante de AIESE recordaba la unión conseguida el pasado verano tras el asesinato de George Floyd. “Toda España, tanto inmigrantes como no, se levantó pero no solo por la muerte de Floyd, sino para decir basta a todas aquellas personas que se han muerto por el racismo, por el fascismo y por una xenofobia a todos los niveles cada día más vigente”.
Frente a este discurso, potenciado por la extrema derecha de partidos como Vox, el activista aboga por el reconocimiento social de que “todos somos inmigrantes”, como cura hacia una igualdad real entre todos los seres humanos. “España no es un país blanco, es multicultural y diverso”.
Coincidiendo con Ndiaye, Helia del Rosario, integrante de AIETI, añadía que el mundo es cada vez más “inclusivo y antiracista” mientras que a España le cuesta reconocer este avance. “Tenemos que reconocernos como sociedad diversa porque solo de esta forma podremos poner en evidencia las relaciones entre opresiones y privilegios” y, así, ser capaces de “vernos como sujetos de derecho que están siendo vulnerados y son fundamentales como por ejemplo el derecho al trabajo digno o a la no exclusión por identidad religiosa”.
“Nuestra revolución tiene que ser la educación”
Tal y como ha explicado Espinola en la mesa redonda organizada por AIETI, una de las herramientas más eficaces en la lucha contra el racismo y sus discursos de odio es la educación. “Hay que hacerles frente desde la educación para que el discurso de la igualdad llegue a todas las personas, sea común y nos empodere”.
“Nuestra revolución tiene que ser la educación”, afirmaba la integrante de Red Latinas quien ha asegurado que esta herramienta también sería positiva para otros agentes clave en el racismo: los medios de comunicación. “No deberían dar espacio a los discursos que promueven el odio porque de esta forma se valida a estas personas para que sigan haciendo marchas y concentraciones”.
Siendo conscientes de esta consecuencia, los medios de comunicación darían espacio a otras realidades como las que sufren las personas racializadas o inmigrantes. “Deberían dar espacio a la explotación que sufren los manteros, las trabajadoras del hogar o las agricultoras de la fresa en Huelva. “No se comenta cómo vivieron los menores no acompañados esa persecución en el centro de San Blas o cómo se sintieron los niños migrantes… y nadie hace una protesta para defender a estas pobres criaturas que no tienen ninguna proyección y que están lejos de sus padres”, añade Espinola.
Para conseguir ser parte de los focos y de ese objetivo informativo, la activista aboga por la movilización. “Tenemos que levantarnos para que nos vean porque siempre estamos inmovilizadas en ese gueto que recibe la mirada asistencialista con la que siempre se ha tratado a la población migrada y racializada: como un sujeto de estudio”, criticaba Espinola añadiendo que las personas migrantes “no venimos a integrarnos si no que incluimos nuestros saberes, venimos a ser parte, a crear y a construir”.