El miércoles pasado acudí a una conferencia en el Círculo de Arte que impartía el académico Eduardo Sánchez Butragueño sobre el Tajo que fue río. Eduardo tiene una capacidad de convocatoria tremenda. Cada vez que exhibe contenidos de su blog 'Toledo Olvidado' para disertar sobre ellos necesita espacios verdaderamente grandes, capaces de albergar a varios centenares de personas.
Al llegar, me sorprendió ver que apenas habían preparado 20 ó 30 sillas junto al entarimado del local. Pensé que quizás se trataba de una reunión concertada entre un grupo de amistades o de una convocatoria improvisada y en 'petit comité'. Quizás, por eso, yo mismo me había enterado unas horas antes, lo cual explicaría que él no hubiera aprovechado la lista de distribución de la Plataforma de Toledo en Defensa del Tajo para darlo a conocer. Se supone que esa cita atraería la atención de las personas que estamos adheridas de un modo u otro a la Plataforma.
A pesar de que siguió llegando gente a lo largo la reunión, no debimos estar allí más de 25 personas. Quizás, una de las lecturas que se puede hacer es que a la ciudadanía de Toledo le interesa más el pasado de penurias que dejamos atrás, inmortalizadas en la fotografía histórica y que no podemos cambiar, que la pena de presente que sí nos da oportunidad de intervenir aunque sólo sea porque nos es contemporáneo. Dicho en castellano coloquial: El Tajo nos importa un bledo.
Siempre intento justificar la actitud pasiva y pasota de la ciudadanía toledana en relación a su río porque, desde que nos quitaron el río, no es que le hayamos dado la espalda, es que nos lo cambiaron por una gigantesca alcantarilla a la que difícilmente se puede dar la cara sin que te espantes o te lleves una fétida bofetada. Pero lo cierto es que el Tajo nos importa un carajo. Y, aún así, no lo digo con desdén -que un poco, también- sino con pesar por la desesperanza que ello puede encerrar y contra la que se intenta motivar desde la Plataforma, que para eso se creó hace 9 años.
Dejo aquí este comentario para referirme luego a él porque lo cierto es que la exposición de Eduardo me pareció muy buena, centrada, bien acotada, sin dispersión y bien conducida. Apenas utilizó unas pocas fotos del Tajo en Toledo y unas gráficas sobre el caudal circulante pasado y presente tanto del Tajo y del Jarama como del Trasvase Tajo-Segura. La verdad es que comentar alguna de las fotos que llevó da para una conferencia. Yo no descarto ampliar alguna y plastificarla para usarla en las visitas guiadas y excursiones que organiza la Plataforma. Creo que consiguió hacer fácil de entender que hemos llegado al nivel de degradación que hoy conocemos por dos razones: en primer lugar, el desarrollo y crecimiento de Madrid tanto en población como en industrias que propició la contaminación; en segundo, el Trasvase Tajo-Segura que dejó reducido el caudal del Tajo a la sexta parte como mucho.
El primero era difícil de evitar por tratarse de la capital del país, que suele ser siempre la más poblada, y situada en un lugar desprovisto de un gran curso de agua, que no es el caso de Londres situado junto al Támesis y al final de su cuenca, o del de París con el Sena. Pero el segundo sí era evitable porque desde su concepción ya se pronosticó con acierto matemático lo que acabaría siendo el Tajo. No obstante y a la vista de la documentación existente yo diría que todo estaba planificado para que así fuera: El Tajo convertido en el desagüe de Madrid y su cabecera amputada porque era una pena que aguas tan limpias se perdieran en una alcantarilla pudiendo convertir un desierto en un vergel y corregir así el desequilibrio cometido por la Naturaleza. ¡Tal era la concepción de antaño, y que hoy se sigue acuñando contra todo conocimiento invocándolo en forma de Pactos Nacionales por el Agua!
Nuestro problema con el Tajo acababa de ser descrito: se juntaba el hambre con las ganas de comer. A eso yo añadiría el buen apetito, que no es otro que la gestión y planificación que hace de la cuenca la CHT obviando todo lo anterior y empeñada en justificar excedentes de agua para ser trasvasados desde la cabecera.
Tras la brillante exposición del orador vinieron las intervenciones del público, cada cual con sus pareceres y conclusiones, preestablecidas y ajenas a lo que se acababa de exponer con gran maestría. Allí salió de todo: que si los votos del Levante son más, que si el Tajo pasara por Madrid otro gallo cantaría, que hay que involucrar a Madrid que junta más votos, que si en el sureste hay desaladoras que no se usan, que si desalar cuesta mucho y el residuo es un problema, que si no se puede dejar sin beber a la pobre gente que allí no tiene agua, que si los campos de golf..., que si quién se queda y qué se hace con el dinerito que pagan con los buenos beneficios que allí da el agua, que si el turismo, que si el riego a manta, que si los campos se secan es un problema, etc., etc., etc.
Una vez aquí, retomo el sentimiento de desesperanza que antes refería. Se me acabaron de caer los palos del sombrajo. Para hacer ese viaje no necesitábamos esas alforjas que Eduardo nos regaló en su precedente exposición. Nos habíamos reunido allí para conocer por qué perdimos ese río que las fotos históricas nos muestran como una ensoñación; los problemas, nuestros problemas, los de nuestro río quedaron meridianamente expuestos; nos lamentamos de haber dejado que el tiempo y la desidia institucional causaran tanto quebranto... ¡Y acabamos pretendiendo solucionar los problemas de los demás, los del sureste, como paso previo a la solución de los nuestros! Es lo más parecido al síndrome de Estocolmo o al complejo de culpa expiatoria que el machismo o la prostitución construyen en la víctima.
Así me explico que la causa del Tajo atraiga a poca gente, ni siquiera a la gente que a diario convive con la fealdad y la desgracia de lo que fue su río. Defender la causa del Tajo necesita que la ciudadanía que ha de emplearse en ello resuelva antes su propio problema de confusión mental, inoculada en forma de cultura, creada por manidos mantras como el de la solidaridad, la España sedienta, los pobres campesinos (no existen, son agroindustrias lobistas), la generación de riqueza, el algua para todos (y para todo), el PIB, el precio del desarrollo, etc., etc., etc.
En la solución de cualquier problema hay que ser radical, ir a la raíz, al origen, no distraerse y mucho menos poner la atención fuera del problema que se pretende abordar y resolver. En caso contrario, puede que alguien nos vea algo perdidos, se aproveche de nuestro despiste y acabemos por resolver el problema de otros mientras nosotros sufrimos sus consecuencias. Eduardo nos describió muy bien el problema del Tajo a su paso por Toledo. El problema está en el Tajo y ahí hay que poner solución. La solución al Tajo no está en el Ebro, ni en las desaladoras, ni en Castilla-La Mancha. Castilla-La Mancha no es el Tajo ni el Tajo es Castilla-La Mancha; y si buscamos la solución y la encontramos en el Ebro o en las desaladoras, no estaremos resolviendo nuestro problema sino que habremos encontrado un parche, un sustituto, o más bien un compañero de fatigas; pero seguiremos padeciendo el mismo problema. Sólo hay una causa común en la problemática de cualquiera de nuestros ríos: es la cultura de la depredación, de la hidrocolonización, del productivismo. En esa cultura siempre hay uno que depreda y otro que es depredado; uno que hidrocoloniza y otro que es hidrocolonizado, uno que esclaviza y otro que es esclavizado. Y en todos los casos el primer agente siempre es el mismo, el que más fuerza impone, el que más votos aporta; y en todos los casos el segundo agente es cualquiera que le venga bien al primero.
Los cambios culturales son lentos porque el tiempo y la persistencia se ha encargado de fijarlos en la médula, en el ADN. Pero para asumirlos sólo hace falta reconocimiento y voluntad política. El primero viene de poner en valor lo que ya se conoce y que se instruye; el segundo, por el ejercicio soberano de elegir sin presión, sin imposición, con actitud crítica.
El día 19 estamos convocados por la Plataforma de Toledo en Defensa del Tajo a una concentración y posterior manifestación. Se cumplen 46 años de la prohibición del baño por contaminación; y sigue vigente. Que de un río no se pueda hacer uso ni siquiera del baño es una tragedia que ningún gobierno debiera consentir y ninguna ciudadanía merezca. Cada cual acudirá con su pancarta, son su exigencia, con su lema, con su protesta. Pero si esa protesta mira fuera del Tajo es que aún no ha entendido nada porque aún no se ha desprendido de la vieja cultura de la que es víctima.
No obstante, para quien quiera mirar al sureste con ánimo "solidario", adjunto el enlace a dos artículos aparecidos en la Verdad de Murcia en los últimos días sobre dos informes/estudios publicados recientemente que hablan de la relación inequívoca entre el regadío (mucho ilegal) en el Campo de Cartagena (que utiliza aguas del trasvase Tajo-Segura) y el deterioro ambiental del Mar Menor, y la explosión de regadíos ilegales en esa zona. El deterioro del Mar Menor es la expresión en la cuenca del segura de la insostenibilidad del modelo promovido por el Trasvase, y puede suponer (está ya suponiendo, creo) el principio del cambio.