En lo que llevamos de año, Cruz Roja Castilla-La Mancha ha trabajado con casi 400 personas solicitantes de asilo, tal y como informan desde una ONG que ofrece residencia de acogida y posterior acompañamiento para facilitar la adaptación, la búsqueda de empleo o el conocimiento del idioma del colectivo migrante.
“Se trata de una realidad desconocida para el conjunto de la ciudadanía pero con la que trabajan diariamente el personal laboral y voluntario del equipo del área de Solicitantes Asilo”, explican desde la sede conquense de la organización creadora del cortometraje ‘La vida de las mujeres refugiadas’.
“El video mezcla las historias de mujeres con las que trabajamos en Cuenca pero es la realidad de la mayoría de las mujeres que están en el programa de Protección Internacional en las diferentes provincias de Castilla-La Mancha y en el resto de España”, nos cuenta Ana Belén Galarzo, psicóloga del Programa de Refugiados conquense.
Esta pequeña producción audiovisual pone el foco en ellas para romper con los discursos racistas y los mensajes de odio. Y es que “ser mujer y ser refugiada es una situación doblemente vulnerable”.
Tal y como recuerdan desde Cruz Roja, “las mujeres refugiadas se enfrentan a las mismas formas de persecución que los hombres por razón de su religión, opinión política, guerras…” y a estas hay que sumar las razones de género como el matrimonio infantil y forzado o la mutilación genital. “Además, durante los desplazamientos las mujeres suelen sufrir violencia de género, violaciones o ser secuestradas por redes de prostitución”.
“Es muy gratificante crear un vídeo que transmita un mensaje, que a la gente le guste ver y en el que las mujeres se sientan reflejadas”
‘La vida de las mujeres refugiadas’ ha sido posible gracias a la recopilación de experiencias de la psicóloga Galarzo, pero también al trabajo de dos voluntarias: Inés Muñoz Díaz, graduada en Bellas Artes y Jenny Noemí Fraile, maestra y cuentacuentos.
Con Muñoz a la técnica y Fraile poniendo voz a cientos de historias reales, la producción pone el foco en las razones para migrar y en los muchos perfiles de refugiadas.
“Creo que es importante poder utilizar el arte para algo más que crear algo bonito”, asegura la técnica audiovisual quien considera que “la gente puede disfrutar viendo este vídeo al mismo tiempo que se hace consciente de la realidad de las mujeres refugiadas y empaticen con lo que están pasando”.
“Las personas que solicitan protección internacional es porque han tenido que huir de sus países, tienen que dejarlo todo y huir”, añade Galarzo. “Pretendíamos que se vieran los diferentes escenarios y problemáticas que se pueden dar y los muchos perfiles de mujeres que se enfrentan a esta situación”.
A sus 22 años, Muñoz pone en valor la profesionalidad del voluntariado de Cruz Roja ya que “con proyectos como este me han permitido unir el arte y un trabajo con el que ayudo”. “Es muy gratificante crear un vídeo que transmita un mensaje, que a la gente le guste ver y en el que las mujeres se sientan reflejadas”.
Según explica la voluntaria, el trabajo que han producido es muy bien recogido por las usuarias porque les da esperanza “ver que se está haciendo algo por ellas”. “Hay muchos tipos de voluntariado pero lo más gratificante es ver que, independientemente del tipo que hagas, puedes dejar a alguien con una sonrisa”, reconoce la joven quien, además, se lleva las experiencias recopiladas durante su trabajo. “Soy joven y hay muchas cosas que no he visto, que no entiendo, y el voluntariado es una oportunidad para hablar con personas que han visto otras cosas y que han tenido otras experiencias”.
“Realidades que comprimen el alma”
La voz de ‘La vida de las mujeres refugiadas’ es una de sus protagonistas. Fraile es refugiada venezolana, reside en Cuenca tras pasar por el programa de refugiados de Cruz Roja y, actualmente, es voluntaria. “La experiencia ha sido maravillosa porque me ha permitido llevar mejor mi propia situación”, comenta la maestra sobre su participación en el vídeo.
Según Fraile, el cortometraje es una herramienta para entender “las razones por las que las personas se ven obligadas a abandonar su país, huir de su realidad, de su cotidianidad y de su familia, y empezar en otro lado con otras circunstancias e incluso en otra lengua”.
Además de sensibilizar, la también narradora considera que este cortometraje pretende que la ciudadanía aprenda “a identificar lo que nos une y no lo que nos separa”. “Somos humanos y nos necesitamos, tenemos que encontrarnos y hacer menos énfasis en los que nos separa”.
Y es que, desde su propia experiencia, Fraile reconoce que las mujeres refugiadas viven “realidades que oprimen el alma” y que demuestran una fortaleza que subraya Muñoz. “Siendo voluntaria aprendes de las propias mujeres, de la fuerza que conlleva el haber sobrevivido tanto y el seguir adelante”.