¿Qué es lo que más nos molesta, que un virus desconocido se propague sin control por el planeta, o frenar y cambiar de golpe y porrazo nuestro trepidante estilo de vida? Piénsalo, y respóndete con sinceridad.
El péndulo ya se puso en movimiento, la mariposa en un lado provocó el huracán en el otro. Procedamos a razonar este caos, actuemos con calma y sin impulsividad. Reflexionemos en el silencio que ha dejado la incertidumbre, miremos más allá de nuestras narices, pensemos más allá del yo y del ahora.
Creíamos que nuestro modus vivendi era resistente, y la mejor forma posible de vivir, pero no. Nos hemos dado cuenta de lo vulnerable y frágil que es, y de que caben otras formas de realidad. Nos ha estallado en la cara de manera inesperada, y no solo nos toca hacer un ejercicio de resignación, también nos tenemos que "sacrificar" obligada y necesariamente cada uno, cambiando nuestras pautas de comportamiento y rutinas. Pues bien, este simulacro nos demostrará que no es tan descabellado imaginar otro mundo, está más cerca de lo que imaginamos.
Es posible un futuro en el que nuestras acciones telemáticas dejen una menor huella ecológica, aprovechando las bondades de la tecnología. Un futuro en el que cambien las formas de relacionarnos, donde podamos evitar el tránsito a veces innecesario de humanos de un lugar a otro. Un futuro con una mayor educación sanitaria, donde la prevención sea el mejor tratamiento. Son únicamente dos ejemplos, seguramente que se te ocurran muchos más.
El coronavirus ha sido un fallo no programado del sistema que ha sometido al Status Quo a examen, y que nos ha hecho mirar hacia lados que desconocíamos. Hay algo que está claro, después de una gran crisis nada ni nadie sale igual. La humanidad tiene una nueva oportunidad para aprender, una buena ocasión para evolucionar como especie, y concebir una civilización diferente y deferente. Quizás la misión no consista en reequilibrar el sistema hacia el punto original, y sí de encaminarlo hacia otro punto más sostenible, dual, donde lo real y lo virtual convivan de manera armónica, y construir una sociedad más respetuosa y empática.
No tomemos este momento como un mal, sino como algo revelador: hay más cosas prescindibles de las que nos han hecho creer. Pesquemos con inteligencia en este río revuelto, consigamos un beneficio no individual, sino colectivo; y detectemos y señalemos a la gente que actúa con egoísmo.
Por José Julián Uceta Alcolea, @josejuceta. Fisioterapeuta, gestor cultural y escritor.