Los libros ya no destacan por ser leídos, escritos o impresos por mujeres. Diariamente vemos a mujeres leyendo libros en bibliotecas o transporte público; las vemos presentando sus últimas publicaciones o ilustrando sus portadas. La relación entre ellas y la lectura se basa, simplemente, en su deseo de tenerla. No hay límites ni fronteras, al menos en nuestro país y en nuestra época.
“La mujer no ha tenido el mismo acceso a la cultura, sobre todo a la hora de plasmar sus ideas o su creación literaria en papel, en ese blanco sobre negro”, nos explica la comisaria de la exposición ‘Las mujeres y los oficios del libro’, María Hijón Dávila.
Esta muestra se encuentra en la Biblioteca regional de Castilla-La Mancha del Alcázar de Toledo. En colaboración con el Instituto de la Mujer, se han recopilado ejemplares escritos o leídos por ellas. “Todas son autoras de Castilla-La Mancha o que en algún momento vivieron en nuestra región”, nos explica Hijón. “Está organizada con la idea de rescatar a las creadoras literarias, escritoras, investigadoras, pedagogas, poetas, narradoras, filósofas, traductoras, educadoras, impresoras e, incluso, tenemos una vitrina dedicada a las lectoras”.
Tal y como cuenta la comisaria, los nombres de la exposición son solo algunos ejemplos ya que la mayoría de sus trabajos han quedado borrados por el machismo que relegaba a las mujeres a la maternidad y al hogar. “Como no se recogía su trabajo y, además, se ha destruído tanto, han pasado al olvido”.
Según la comisaria de la exposición, el sistema patriarcal se ha encargado a lo largo de la historia de ocultar a aquellas que destacaron, borrando su trabajo para impedir su divulgación y que sirviera de ejemplo a otras mujeres. “Por ejemplo, se tapó a María Montessori y Carmen de Burgos y, actualmente, se intentan recuperar con iniciativas como esta o documentales como Las Sinsombrero.
Ejemplar de Carmen de Burgos. Para visibilizar a todas ellas, ‘Las mujeres y los oficios del libro’ recoge “un periodo muy amplio de la historia porque es una manera de ver como el papel de la mujer va cambiando.” La exposición empieza con las primeras poetisas o religiosas que se enfrentaron a los intelectuales de sus épocas quienes “no las dejaban publicar o menospreciaban su trabajo.” Finalmente, se sitúan las periodistas “que han tenido bastante renombre”. Y, entre ellas, destacan las ilustradoras cuya prestigio fue reconocido al ser contratadas por editoriales o autores masculinos para decorar sus libros.
"Mujer de", "viuda de" y seudónimos, frente a los nombres propios
Entre las traductoras que recupera la Biblioteca Regional, encontramos a Zenobia Camprubí (1887-1956) también conocida como Zenobia Camprubí de Jiménez por ser mujer del también escritor Juan Ramón Jiménez. El apoyo de un hombre fue sin duda una gran ventaja para muchas profesionales. En su caso, Camprubí publicó la primera traducción de Rabindranath Tagore en España. Su trayectoria estuvo muy ligada al feminismo.
“Muchas de las traductoras pertenecían a la alta sociedad por lo que viajaban mucho y conseguían hablar el idioma que se llevara en la época”, añade Hijón. La pertenencia a una clase económica favorable también pudo ser el caso de las famosas Emilia Pardo Bazán, muy ridiculizada por sus homólogos masculinos; o Ana Carmallén, esclava adoptada, pero que con mucho esfuerzo llegó a representar sus obras en Madrid y Sevilla.
Tal y como destaca María Hijón, el mundo de la impresión contó con una gran presencia femenina. En primer momento porque las mujeres se quedaban con los negocios de sus maridos al morir. En ocasiones se desconocía la propiedad de las imprentas ya que muchas de las viudas preferían no dar a conocer sus nombres.
Así actuaron numerosas profesionales, quienes adoptaban seudónimos masculinos para favorecer la buena acogida de sus obras como por ejemplo, Fernán Caballero. Otras optaron por refugiarse bajo la religión. “Fue su vía para recibir educación y luego a la hora de escribir la mayoría tuvieron muchísimos problemas con los censores, con la propia Iglesia. Una de ellas tuvo que quemar la biblioteca que tenía”.
El feminismo también se cuela en esta muestra ya que muchas de las autoras formaron parte de este movimiento. Un gran ejemplo, también olvidado, es el de Isabel Oyarzábal (1878-1974) Periodista, actriz, escritora y diplomática, trabajó en agencias de noticias londinenses y llegó a ser la primera diplomática española en Suecia y Finlandia durante la República. En 1939 se exilió en México, donde se integró en los grupos intelectuales en los que se encontraban Frida Kahlo, Constancia de la Mora o Elena Fortún.
“Lectoras a pesar de todo”
Esta sección “es un homenaje a las lectoras que estaban tan mal vistas”. A falta de otras pruebas documentales, los libros con recordatorios dedicados a ellas dan muestra de que muchas “leían gracias al permiso de sus familias”. “En algunos libros encontramos dedicatorias a ellas, en los exlibris las marcas de pertenencia”, cuenta la comisaria.
“Tenemos la firma de María Pacheco, quien además de ser la esposa del general comunero Juan de Padilla, está documentado que fue una mujer cultísima preocupada sobre todo por la ciencia y la astronomía. Está contrastado que este libro perteneció a ella”, añade.
“Con esta exposición enseñamos a los usuarios que también había mujeres escribiendo, como impresoras, traductoras o pedagogas… siempre se pierden en la historia porque no han sido reconocidas”, concluye María Hijón Dávila. La comisaria espera que la muestra sea un precedente y un ejemplo para otras instituciones como la educativa. “El siguiente paso será que estos nombres aparezcan en los libros de texto”.
Hasta entonces estas mujeres, sus nombres y sus trabajos estarán en la Sala Borbón Lorenzana de la Biblioteca regional hasta el próximo sábado 29 de marzo. Se trata de una muestra gratuita y que también puede verse de forma virtual.