La Ley 35 de Argentina reconoce como Patrimonio Cultural de Buenos Aires lo que ellos califican como 'Bares Notables' y que definen como aquellos establecimientos “relacionados con hechos o actividades culturales de significación; aquellos cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio”. En la Comunidad Valenciana acaban de aprobar, tras varios años de lucha, la posibilidad de declarar a un bar ‘de Interés Cultural’ por las actividades culturales y sociales que realiza. El mes pasado una asociación de taberneros pidió al Ministerio de Cultura francés que solicite a la UNESCO la declaración de Patrimonio de la Humanidad para los bistrós de París.
Y es que hay ciertos bares, a lo largo y ancho de la geografía mundial, que cumplen un cometido social que va mucho más allá del negocio de las copas y los platos 'gourmet'. Bares en los que se fragua la vida de una ciudad, que propician el encuentro y la creación de ideas, la mal llamada cultura de base –normalmente debido a una extraña mezcla entre el especial carácter del tabernero, una mágica confluencia de clientes relacionados con las artes, la política y lo social y gentes con inquietudes, una indiscutible selección musical y un decorado que facilita eso que llamamos ‘estar y ser’-. Estos bares son auténticos dinamizadores urbanos: en torno a ellos nacen proyectos, grupos de acción artística y social, festivales…. Consiguen cambiar el mundo.
Hasta hace bien poco, apenas cinco años, en Toledo no existía ningún bar que cumpliera estas características. Los toledanos con inquietudes culturales estaban condenados al desconocimiento mutuo, más allá de los cauces impuestos por los políticos de turno, o por algunas asociaciones que ya comenzaban a intuir qué es eso de la comunidad creativa de un barrio. La ciudad dormía el sueño de las glorias pasadas. Pero, de pronto, surgió la Libro-Taberna El Internacional con Juan Díaz al frente, un trabajador social y gestor cultural, con mucha experiencia en dinamización social y cultural, que, como tantos otros -víctimas de la crisis- se lio la manta a la cabeza y se montó un bar.
"El Internacional no tardó mucho en atraer a intelectuales, músicos, poetas, periodistas, políticos, alternativos y jóvenes con inquietudes"
No tardó mucho en atraer a intelectuales, músicos, poetas, periodistas, políticos, alternativos y jóvenes con inquietudes. Pronto comenzaron las actividades culturales y sociales y en algo más de cinco años -si atendemos a que programan una media de tres propuestas semanales entre conciertos, cine, tertulias, recitales, documentales, charlas, talleres y mercadillos- Libro-Taberna El Internacional ha organizado más de 1.000 actividades.
Sobre sus mesas se han fraguado proyectos como la recientemente aprobada Ordenanza de Arte Callejero, el Festival de Cortos, el programa de radio Ros Marino; se han afianzado y crecido grandes festivales como Voix Vives o centros culturales como Matadero LAB; se ha dinamizado el feminismo, el municipalismo, el ecologismo o la defensa de los huertos urbanos y del río Tajo. Hoy por hoy, El Internacional es, sin duda, el centro cultural y social más activo de la ciudad y un núcleo de vertebración del Casco Histórico.
Y es un bar, un bar pequeño, un bar humilde y discreto, un bar deficitario incluso y, visto lo que está ocurriendo en los últimos meses, un bar incómodo. Desde que hace unos meses un nutrido grupo de personas organizó el 5º Aniversario de El Internacional, su propietario ha conseguido renovar para otros cinco años más el alquiler del local, y entonces: les ha visitado día sí día también la Policía Local para acosarles con multas hasta asfixiarlos (sobra decir que estas ‘visitas’ son bastante selectivas y no acuden a todos los establecimientos de ocio de la ciudad, esa arbitrariedad de la Administración que nos hace vulnerables frente a sus decisiones), les han retirado el permiso de la terraza justo después de concedérsela (condenando al fracaso la temporada de verano), les han sometido a la vergüenza de una redada (“los hombres a un lado, las mujeres al otro”), les han colocado un contenedor de lodos en la mismísima puerta del local.
Es perverso pensar cómo una Administración Pública puede actuar como un ente burocrático, como una maquinaria sin corazón, como una marioneta de intereses que al común de los mortales o se nos escapan o no queremos ni imaginarlos por aquello de que no nos acusen de 'conspiranoicos'.
En estos momentos en los que es cada vez más evidente la necesidad social de que las ciudadanas y los ciudadanos seamos conscientes y críticos y activos y participativos. En estos momentos en que el tejido social está sustituyendo al estado en su responsabilidad política, social y cultural de crear sociedades libres, igualitarias y solidarias. En estos momentos en que espacios, lugares, como Libro-Taberna El Internacional actúan con responsabilidad cubriendo y cumpliendo ese papel que la educación pública, la gestión cultural pública, los servicios sociales públicos, han dejado de lado. En estos momentos, digo, es más necesario que nunca -casi que por propio egoísmo de ese Estado, por apenas un atisbo de decencia política- que los políticos actúen como tales y defiendan y ayuden a estos pequeños negocios con valentía, declarándolos, por ejemplo, Bien de Interés Cultural o Bar Notable –como en Buenos Aires, ahora que Libro-Taberna acoge El Andarríos Librería argentina- o dotándolos, por ejemplo, de herramientas que les ayuden a sobrevivir ya que cumplen una función pública evidente: concediéndoles subvenciones o simplemente no entorpeciendo su quehacer con su exceso de celo burocrático o intermediando entre el establecimiento y los vecinos más intransigentes.
Todos estamos en el mismo barco: hacer del Casco Histórico un lugar más amable para vivir, más atractivo, más libre, más plural, más joven, más vivo, más cultural, más rico. Y, desde luego, Libro Taberna El Internacional, no es, señores políticos y burócratas, el problema.
Alicia Es. Martínez es poeta, periodista, directora del Festival Voix Vives y Tour Manager de Cuéntame Toledo