'Los Lavaderos de Rojas' es una de las de las fincas y dehesas del entorno de Toledo. Su origen es ganadero - aún es palpable en alguna de sus construcciones ribereñas al río Tajo- se remonta al siglo XV. Perteneció a los condes de Bornos, de hecho llegaron a ser propietarios de una buena parte de los terrenos ribereños que rodeaban la ciudad.
Su nombre actual data del siglo XVIII y se debe a que fue un importante lavadero de lanas de ovejas merinas, propiedad en 1751 del alcalde de Toledo, Bernardo de Rojas, marqués de Villanueva de Duero. Y es que, la cabaña de ovejas merinas fue creciendo generación tras generación y llegó a alcanzar las 45.000 reses que tenían sus pastos de verano en prados de León y los de invierno en las dehesas de Extremadura.
El esquileo, lavado y punto de venta de lana, tenía lugar en los ‘Lavaderos de Rojas’. Siendo propiedad de la Condesa de Bornos, a finales del siglo XIX, se llegaron a producir hasta 10.000 arrobas –unos 115.000 kilos- de una lana tan fina, debida a la pureza de las ovejas que, junto con otras pocas, fijaba la ley para dar valor a las lanas de las demás cabañas del país.
Esta finca y la mayor parte de las dehesas de esta zona pasaron después a ser propiedad de la condesa de Bornos y Villarizo y tras su muerte en 1915, sin descendencia, se produciría la disgregación de su patrimonio. Desaparecieron los rebaños trashumantes y Rodrigo Vélez Ladrón de Guevara, conde de Guevara, que había sido nombrado en 1906 apoderado general de la Casa de Bornos, asumió todas las competencias en materia de administración de los bienes. La condesa le convirtió en heredero de la mayor parte de sus bienes, incluidos los archivos.
Los títulos de conde de Bornos y de Murillo y de marqués de Villanueva de Duero, en cambio, recayeron en Fernando Ramírez de Haro y Patiño, quedando desde entonces esta casa destroncada de los bienes y papeles que guardaban el testimonio de su historia.
Una casa-palacio como plató de cine
La finca también se dedicó a la caza entre finales del siglo XIX y principios del XX tal y como recoge ‘La Campana Gorda’, una publicación toledana que habla de las visitas del entonces rey Alfonso XIII o del conde de Romanones para participar, sobre todo, en batidas de caza menor. La dehesa en aquella época era propiedad de María Asunción Ramírez de Haro y Crespí de Valldaura (1850-1915), -la citada condesa de Bornos- y allí se produciría su fallecimiento.
Décadas después y ya en otro siglo, la planta noble de la casa-palacio parece anclada en el tiempo. Conserva mobiliario, cuadros, libros... y hasta un billar o una amplia barra de bar por la que pasaban los cazadores después de las batidas.
Hoy se utiliza como ‘set’ para sesiones fotográficas. Muchas parejas de novios guardan un álbum ‘de época’ en los estantes de casa. Allí se celebran bodas, comuniones –dispone de su propia capilla que tiene su propio acceso tanto interior como exterior- y eventos de todo tipo.
La finca ha servido, incluso, de ‘plató’ de cine a numerosos rodajes. Por sus habitaciones y jardines pasearon Sophia Loren , Gary Grant o Frank Sinatra durante el rodaje, en 1957, de ‘Orgullo y Pasión’ de Stanley Kramer, ambientada en la guerra de la Independencia Española.
Mucho más recientemente lo hicieron conocidos personajes de la música o del cine español como Penélope Cruz y Miguel Bosé para la realización de reportajes fotográficos. Aquí se han rodado parte de los capítulos de famosas series televisivas como ‘Velvet’, ‘el Ministerio del Tiempo’, ‘Victor Ros’ o ‘El tiempo entre costuras’.. Existe incluso un pasadizo ‘secreto’ tras franquear una enorme, aunque bien disimulada puerta de madera, que ha servido para recrear escenas de la televisiva ‘Los Misterios de Laura’.
El último rodaje, el pasado septiembre, ha sido el de ‘La princesa Paca’ una Tv-Movie en la que participa TVE para conmemorar el Centenario de la Muerte de Rubén Darío, basada en la novela de Rosa Villacastín y Manuel Francisco Reina protagonizada por Irene Escolar y Daniel Holguín.
Imponentes construcciones y jardines
Todavía hoy se puede contemplar la importancia que tuvo la finca y que reflejan las construcciones que permanecen en pie, intactas en muchos casos. Destaca sobre todo el inmueble central que cuenta con una seria de edificaciones de gran valor realizadas en distintas épocas, con usos residenciales, artesanales y de ocio.
En su exterior se combina el ladrillo visto con acabado en blanco, que se repite en distintos edificios. La finca ha mantenido a lo largo de generaciones su belleza intacta. La fachada de su antiguo invernadero o los molinos y las construcciones de fábrica de ladrillo que salpican la orilla del Tajo son vestigios de la grandeza de otros tiempos. Sus jardines están plagados de árboles centenarios y la piscina, junto al desaparecido invernadero hacen volar la imaginación hacia otros tiempos.
En el interior hay que destacar el impresionante comedor, con su chimenea y la escalera de acceso a la planta superior del edificio. Allí, un salón mudéjar, el antiguo salón de baile y una sala con decoración oriental al gusto de la época son algunas de sus principales estancias.