
Imagen de Miroslava Chrienova en Pixabay
A raíz de la aparición del Covid-19 muchos filósofos han teorizado sobre el fin del capitalismo, pero ha quedado demostrado que el sistema tiene sus propios macrófagos, implantados en el individuo, que ama los mecanismos de producción y garantiza la supervivencia.
Me llama más la atención el planteamiento distópico que propone Agamben: los gobiernos usarán el coronavirus como pretexto para controlar a la gente, a través del necropoder, la nula vida, en el que salvar la vida significará entregarla al sistema capitalista de explotación.
Somos cuerpos dóciles que viven en una sociedad disciplinaria, pero el poder no realiza el mismo juicio a todos los seres humanos. El coronavirus no es ningún igualizador, como han comentado, afecta más a grupos en situación de pobreza, exclusión o discriminación social.
Foucault no vería problema en esta situación, al no considerarla malvada: «El punto no es que sea todo malo, sino que todo es peligroso, no es exactamente lo mismo. Si todo es peligroso, siempre tenemos algo que hacer».