Agujerear las orejas de una niña para que pueda llevar pendientes, regalarle muñecas con las que aprende a jugar, reprimir el llanto o las emociones de un niño apelando a su valentía o, en lugar de con muñecas, verle divertirse con armas de juguete son acciones en las que involuntariamente se reflejan los modelos educativos y culturales de la masculinidad y la feminidad hegemónica de nuestra sociedad.
Se trata de fenómenos que "escapan de la biología" y desde los que se explica cómo los seres humanos "venimos de un esquema donde la igualdad está en el centro pero poco a poco se va alejando" hacia la supremacía de los modelos mencionados anteriormente, según indica el antropólogo experto en género y secretario de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE), David Kaplún Medina.
"Nos van separando poco a poco viviendo situaciones diferentes -hombres y mujeres-", subrayó Kaplún sobre esta idea en la ponencia que dio comienzo a las jornadas 'Ni príncipes azules, ni princesas en las torres', organizadas por AHIGE y el Campus de Toledo de la Universidad de Castilla-La Mancha, que han contado con charlas y talleres que tenían el objetivo de fomentar las relaciones igualitarias en grupos de trabajo y que estaban dirigidas también a profesores y estudiantes.
'De la cultura de la violencia a la cultura de la violación: Un repaso por la socialización masculina tradicional, sus causas y sus efectos', a cargo de Kaplún, o 'Consumo de pornografía: un debate sobre la sexualidad hegemónica, el deseo, el consentimiento y la empatía', a manos de la socióloga y educadora social experta en violencias machistas, Carolina Pulido, han sido las perspectivas con las que han abordado dichas jornadas.
La normalización de la violencia
Como ejemplo de ese esquema de igualdad del ser humano al que hace mención, el secretario de AHIGE relató una anécdota que le ocurrió con un niño de tres años, quien quiso jugar con él "a las pistolas". Tras varios disparos ficticios, Kaplún se desplomó al suelo y se hizo el muerto. Cuando el niño se acercó a él, tras varios intentos por verle reaccionar, comenzó a llorar.
"En esa edad, todavía tenemos emocionalidad por la muerte de alguien. Debido a la masculinidad de todos estos procesos -culturales y educativos- se empieza a naturalizar el uso de armas como espadas o pistolas de juguete", explicó Kaplún respecto a la violencia y la agresividad que se normaliza de manera general en la educación de los niños. De su lado, apunta el experto, la educación de las niñas se ve marcada por otros conceptos como el cuidado colectivo, la importancia de la imagen o por elementos como las muñecas, con las que el juego facilita el desarrollo de competencias que tienen que ver con la vida familiar.
Ejemplo como los expuestos contribuyen al proceso de naturalización emocional de niños y niñas, señala Kaplún, que, relacionó estos procesos como uno de los efectos del desarrollo de todo tipo de violencias que a lo largo de la historia han sufrido las mujeres y que han hegemonizado la desigualdad de género en todas sus dimensiones.
También habló el experto del círculo de la violencia que se ejerce a través de las jeararquías de poder establecidas en la sociedad y que llevan a que “no se ejerza violencia contra el agresor, sino contra quien se puede agredir”. Como ejemplo para visualizar esta teoría, Kaplún apuntó que podemos pensar en “el jefe que despide a un trabajador, quien no agredería al jefe sino a su mujer, esta a sus hijos y ellos a animales...”, desarrolló el experto en género.
Sexualidad y pornografía
Esta espiral se traslada también a las aulas, donde precisamente ambos expertos enfocaron la importancia de activar procesos de mediación con los que poder detectar “un montón de violencias que no se tocan”. En este sentido, la generación de alumnos mediadores a través de los que conocer mejor las relaciones que hay entre ellos y poder llegar a detectar casos de agresiones sexuales o violaciones, ya que “los chicos universitarios están cada vez más agrediendo a compañeras sin que los profesores se den cuenta”, subrayó el experto.
Lamentan la ausencia de una formación en sexo que permita hablar sin tabúes sobre las relaciones que mantenemos con tal de poder detectar y conocer mejor los problemas que puedan presentarse también entre el alumnado. En este hilo enlaza también la intervención de Carolina Pulido, que abordó conceptos como la sexualidad y la prostitución y su relación directa con la violencia. La socióloga resalta también que es “fundamental incorporar la perspectiva de género” en el currículo educativo para diseñar proyectos y herramientas didácticas para este fin.
En este trabajo por la igualdad y normalizar de manera global que hay muchas formas de ser chica o de ser chico se antoja necesario saber también la educación afectivo-sexual que se da en la sociedad actual. Así, Pulido apunta que de los procesos de socialización de género, de esa masculinidad y feminidad hegemónica, surgen también la manera de concebir el deseo sexual o la manera de mantener relaciones sexuales.
El consumo de pornografía que se da en España, el tercer país del mundo que más consume y el primero de la Unión Europea (UE), favorece también la imagen cosificada de la mujer como mero objeto sexual, algo que la experta relaciona también con “la necesidad del hombre de demostrar su virilidad” y de que parezca que las mujeres han de “tener sexo por obligación”. No desligan esta situación de la violaciones pues, indican, es una de las palabras más buscadas precisamente en el consumo de pornografía online.
Con el objetivo que se llevaban a cabo las jornadas, Pulido enumeró una serie de recomendaciones para favorecer el conocimiento de los casos de agresión sexual que puedan darse en nuestro entorno más cercano. Lo más importante, subrayó, es escuchar, no valorar ni juzgar, ni dudar o cuestionar el testimonio sobre una agresión sexual que alguien pueda decidir contar otra persona.
Desempoderar al hombre
Contra todo este paradigma se reivindica el femenismo, un movimiento social que tiene el objetivo de llevar a cabo "un viaje de vuelta a la igualdad" del que Kaplún defendió la idoneidad de, ya que la masculinidad y la feminidad representarían polos opuestos, trabajar por la igualdad desde estos extremos puede conducir a “situaciones contradictorias”.
Para ello, propuso también que los hombres, en lugar de “tomar la esfera pública” para luchar en pro de la igualdad, podrían ayudar más a esta causa “desempoderándose” para facilitar una mayor visibilidad de las mujeres en diversos contextos y “rangos” ocupados históricamente por los hombres.