La mayoría de nuestras ciudades tienen parques olvidados o espacios naturales cercanos a los que apenas puede accederse. Como muestra, vamos a hablar de una zona verde pública de Toledo, que a pesar de ser suelo urbano y tener cerca de 300 hectáreas, es decir, más del doble que el Casco Histórico, la mayoría de los toledanos ni siquiera conoce: El Cerro Pelado de Montesión.
Probablemente, una de las consecuencias de la pandemia que ha llegado para quedarse, o eso espero, es un renovado interés por disfrutar de la naturaleza, ya sea andando, en bicicleta, a caballo o en parapente, pero para disfrutar de cualquier espacio natural o artificial, además de ganas, hacen falta accesos. En España tenemos mucho monte, muchas zonas verdes teóricas, pero también muchas vallas, muchas barreras, muchos caminos cerrados y pocas puertas.
Ya sé que a veces el problema no es tan sencillo. Que en el monte hay propietarios, intereses legítimos como la caza, la ganadería o la agricultura, que no siempre pueden compatibilizarse con el disfrute contemplativo. Que esto no es Suecia, Inglaterra o el País Vasco, donde por lo visto estos intereses sí son compatibles con el paseo, no sé si porque allí los ciudadanos pisan con más cuidado, o porque pisan más fuerte. Pero lo que no puedo entender de ninguna manera es que haya montes públicos vallados, zonas verdes públicas inaccesibles, o grandes itinerarios acondicionados a bombo y platillo por las administraciones públicas que después no se mantienen y se acaban perdiendo en la desidia.
El parque público de Montesión dobla holgadamente la superficie del Casco Histórico de Toledo y está ahí, tan camuflado ante nuestros ojos que algunas de las pocas personas que han tenido la suerte de recorrerlo todavía pensarán que se han colado en una finca. Pero no, el correspondiente Plan Parcial fue aprobado definitivamente nada menos que en 1993, la modificación puntual nº 28 del PGOU reconoce que este ámbito ya está desarrollado urbanísticamente, y como decía, se trata de un suelo público cedido y aceptado en su día para uso y disfrute de los toledanos. De otra forma no se podrían haber autorizado las viviendas de la segunda fase de Montesión.
El primer problema que se encontrará el intrépido aventurero que pretenda dar una vuelta por este maravilloso lugar será encontrar la entrada. Básicamente existen tres opciones, a cual más rocambolesca:
- Coger el coche, acercarse hasta la perrera municipal por la carretera de La Puebla, o por la flamante CM-40 hasta el enlace con la carretera anterior, y una vez allí preguntar a alguien, si se tiene la suerte de encontrarlo y los perros te dejan escuchar.
- Coger el coche, adentrase hasta el fondo de la urbanización Montesión y aprovechar que por esta zona todavía quedan muchas parcelas vacantes y sin vallar para zambullirse en la naturaleza atravesando cualquiera de ellas. Si eligen esta opción no se extrañen cuando vean una caseta y una valla en la entrada de la urbanización, porque hasta principios de 2021 los espacios públicos de Montesión, incluida la inmensa zona verde de la que estamos hablando, los “mantenían” los vecinos.
- Ir a Puy du Fou, y una vez allí pasar del espectáculo y utilizar los caminos de servicio de la autopista para entrar en el Cerro Pelado. El espectáculo natural y paisajístico no decepcionará. La puerta de la fotografía es la entrada al parque viniendo de Puy du Fou.
Naturalmente, el parque de Montesión no está acondicionado y mucho menos mantenido, por eso es tan bonito, aunque ahora esté lleno de árboles y arbustos quemados. Cuesta llegar, pero una vez allí, se puede enlazar con algunos caminos rurales de toda la vida y perderse hasta el infinito. Les recomiendo una visita con tiempo, pero por favor, no pidan a nadie que lo arregle, porque lo estropeará. Lo único que necesita son unos cuantos accesos normales y corrientes para que no tengamos que molestar ni a los perros, ni a Puy du Fou ni a los propietarios de parcelas de Montesión, y alguna señalización para que no se pierdan los que todavía salen de casa sin GPS y un plano del POM.
Nuestras ciudades siempre han estado bien comunicadas con el medio natural circundante a través de caminos públicos hasta que llegaron el progreso, las autopistas, las urbanizaciones y los nuevos ricos que querían llegar sentados a todas partes. Ahora que parece que estamos retomando el gusto por el paseo, va siendo hora de que empecemos a recuperar los caminos de la naturaleza, empezando por los espacios libres públicos que tenemos al lado de casa.
Tomás Marín Rubio