El próximo día 8 de septiembre hará 3 años que se produjeron las graves inundaciones de Cebolla. Entre el 5 y el 6 de septiembre casi un año después de aquello, similares fenómenos extremos, nos dejaban otras imágenes similares en localidades castellanomanchegas como Borox, Seseña o Villanueva de los Infantes. Y cada año se repite… y claro, al final… ¡qué os voy a contar que no hayáis visto en las redes!.
Los estudios[1] hace tiempo que concluyen que los cambios en las magnitudes de inundación observados en las últimas décadas se pueden atribuir claramente al cambio climático. Y en este punto en el que ya vemos que estamos más expuestos, cabe preguntarse si los seguros nos seguirán cubriendo igual o cada vez pondrán más problemas y excusas. O si nos subirán la póliza por aumentar la exposición y lo pagaremos nosotros porque se supone que es imprevisible e inevitable. ¿Pero eso es así? ¿Nadie pudo o puede hacer nada por evitarlo? Porque parece que, dentro de la aleatoriedad de los fenómenos intensos, hay algunas cuestiones previsibles y algunas medidas que se pueden adoptar. Y luego también está eso de que nuestras Administraciones empiecen a “gestionar el riesgo” (que no es algo solo de locos ecologistas[2])
Sé que está muy mal el “ya se lo dije”, pero hace un par de años, y con este mismo titular[3], se me ocurrió advertir al amable lector de que Toledo es una ciudad de riesgo. Así, en el PRICAM (Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones en Castilla-La Mancha), mientras poblaciones que habían sufrido inundaciones en los últimos años aparecían con niveles A2, el segundo más elevado, otras zonas de la Región como Toledo, Talavera, Guadalajara, Cuenca o Albacete, con niveles A1, más altos, en aquel momento aún no habían sufrido percance. Pero cuando la exposición aumenta las probabilidades de que sea un desastre también y el pasado 01 de septiembre la DANA llegó a Toledo. Y con ella, el desastre.
Reconoce el PRICAM que “las avenidas e inundaciones son el fenómeno natural que produce mayores consecuencias y pérdidas socio-económicas medias anuales con coste en vidas humanas”. Como además ya hemos ido más allá de los “avisos” y tenemos una triste experiencia, espero que en lo sucesivo, el Ayuntamiento de Toledo tome nota y recurra a las herramientas cartográficas[4] disponibles para no hacer borriquerías. Dicho esto, que es lo mínimo, el reto futuro de la Corporación es empezar a plantear alternativas para aquellos desatinos que ya no tienen remedio, y aprovechar el Plan de Ordenación Municipal del que carece desde la anulación del POM de 2007 para reconfigurar las cosas. Pero también espero que se acuerde de la Consulta Pública del Plan de Gestión de Riesgo de Inundaciones (PGRI)[5] que está elaborando la Confederación Hidrográfica del Tajo y que está abierta desde el 23 de junio, para hacer alegaciones con sólidos argumentos.
Porque no solo el Ayuntamiento de Toledo tiene responsabilidades, el Estado en 2010 ya perdió una oportunidad magnífica de regular la inundación derivada de las redes de alcantarillado (que ya verán como nos dará un disgusto más tarde o más temprano) y ahora, al elaborar el segundo ciclo de los PGRIs ya se está dejando alguna cosa en el tintero. Para empezar, la CHT en su evaluación de riesgos que hizo a finales de 2018 no consideró el Arroyo de la Rosa, el arroyo de Villagómez que pasa por Azucaica o los que pasan por la Fuente del Moro (Arroyo de la Fuente del Moro; Arroyo de la Fuente del Tesoro; Arroyo del Taray que nacen en la Dehesa de Las Nieves) como susceptibles de provocar algún tipo de inundación en Toledo. Y el Arroyo de la Degollada, al parecer, solo genera problemas en Cobisa. Como consecuencia de esa falta de previsión (no corregida tampoco por el Ayuntamiento), el actual borrador del Plan de Gestión no aborda ninguna medida específica para la capital.
Pero todas estas cuestiones serán insuficientes si no empezamos ya a cambiar de cultura y de leyes. Nuestra ordenación territorial no es retroactiva y la incorporación del riesgo, ya sea natural o antrópico, a la planificación urbanística es inexistente. El uso de Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible, tirar o impedir la construcción de edificaciones para dejar un espacio fluvial suficiente a los ríos o recuperar las riberas y su vegetación como parques periurbanos no solo no son abordadas en las planificaciones existentes, sino que no están asentadas adecuadamente en las cabezas de los responsables de la normativa o de la planificación del futuro.
El Ayuntamiento de Toledo tiene una buena oportunidad de evitar que el desastre del 01 de septiembre sea una tónica anual. El Estado y las Comunidades Autónomas deberían hacer sus deberes para dotar a las Administraciones Locales de herramientas que permitan impedir la ocupación de zonas inundables y poner en riesgo tanto a personas como a actividades económicas. En su mano está replantear la ciudad y evitar que acabemos, otra vez, con el agua al cuello.
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[1] https://www.heraldo.es/noticias/sociedad/2019/08/31/el-cambio-climatico-altera-la-magnitud-de-las-inundaciones-en-europa-1331848.html
[2] https://www.managementsolutions.com/sites/default/files/publicaciones/esp/gestion-riesgos-cambio-climatico.pdf
[3] https://vr.toledodiario.es/sin-una-adecuada-ordenacion-territorial-seguiremos-con-el-agua-al-cuello/
[4] https://www.miteco.gob.es/es/cartografia-y-sig/ide/descargas/agua/Mapas-peligrosidad-por-inundacion-fluvial.aspx y http://www.chtajo.es/LaCuenca/Planes/Riesgo_inundacion/Paginas/DescargaGeopdf_Ciclo_2.aspx
[5] http://www.chtajo.es/LaCuenca/Planes/Riesgo_inundacion/Paginas/PlanDeGestion.aspx