Otro convento se cierra. Con pesar recibo la noticia de que el convento de San José de Carmelitas Descalzas, la quinta fundación de Santa Teresa, cierra sus puertas, y es posible que lo ocupe otra comunidad de Carmelitas que en la actualidad está asentada en el convento que fue de las Capuchinas.
Todos sabemos que la comunidad de Capuchinas se marchó de Toledo. Y es que hay una realidad innegable: la falta de vocaciones a la vida contemplativa.
Es una página dolorosa. Otro convento se cierra, algo se nos muere.
Y el antiguo convento de Capuchinas se queda vacío, deshabitado, entregado a la ruina silenciosa, al olvido, al saqueo a hurtadillas… Asusta que puedan comenzar las pequeñas rapiñas y las grandes dejadeces de los que no se sienten observados.
Una de las mayores riquezas de Toledo son sus conventos. Testigos silenciosos de la historia de la ciudad, han permanecido imperturbables a lo largo del tiempo. Albergando y conservando tesoros de arte y cultura que son patrimonio no sólo de las comunidades religiosas sino de la Ciudad y de todos los toledanos.
El patrimonio artístico, cultural, etnográfico que encierra el convento de Capuchinas ¿no forma parte acaso del patrimonio de la ciudad de Toledo? Sabemos que la propiedad es de la Orden Capuchina pero Toledo puede ser una digna depositaria, una garante de la custodia, continuidad, conservación, restauración de ese riquísimo patrimonio.
Colección de pintura (El Greco, Claudio Coello, Tristán, Ricci, etc.) orfebrería, artes textiles suntuarias, cerámica de Talavera (s. XVII), biblioteca…
No menos importante es el archivo, imprescindible para conocer la historia de este convento y más aún de Toledo: Este es un tesoro que Toledo no puede perder, no puede ser despojado de el.
Otra riqueza tan desconocida como valiosa la constituyen los objetos mandados por las monjas toledanas desde Méjico y que hacen del convento de la plaza Capuchinas un mini museo de América: bateas, bandejas, cuencos, jícaras, platos, búcaros, jarras, hueveras, vasijas, lacas mejicanas, cestería diversa, ceras, tecomates, terracotas, lienzos y mención aparte merecen las pinturas enconchadas, de las cuales el convento de Toledo posee tres y no catalogadas, de las que solo hay catalogadas 60 en el mundo.
No podemos darnos por vencidos antes de luchar, de agotar las posibilidades abiertas y tal vez ofrecidas por organismos eclesiásticos oficiales. La comprensión de nuestra historia encerrada en los conventos es parte integrante de nuestra realidad.
Sugiero dirigirse a la Orden Capuchina, al Arzobispado, al Ayuntamiento, a la Diputación y a la Junta de Castilla-La Mancha para que no quede en el olvido la situación de posible abandono de este convento que tanto representa en la historia de Toledo. Es necesario que esté en el ánimo de todos trabajar en la conservación del patrimonio cultural toledano, porque Toledo es una de las ciudades con mayor número de elementos patrimoniales. Todos somos responsables de nuestro patrimonio.
Recuerdo los versos de Salinas:
“¡Ay cuántas cosas perdidas
que no se perdieron nunca!”
Emilia Alba González, académica correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo