Solo recuerdo una vez en la que no se celebrara el Corpus en mi casa. La primera vez que la procesión se pasó al domingo. Entonces, mi madre, a modo de protesta, decidió que no fuéramos ninguno, así que ese día nos bajaron a mis hermanos y a mí con las bicicletas a La Peraleda a dar vueltas. Fue rarísimo. Toledo engalanada y nosotros en bicicleta. Recuerdo que en mi casa ese día se hizo el silencio. No hubo decoraciones, fiesta ni comida especial.
Hoy es Corpus Christi y la ciudad también tiene un silencio incómodo al que no consigo acostumbrarme. Toledo no huele a tomillo, ni tiene flores, ni hay faroles, ni sillas por las calles.
Hoy la ciudad no es esa caótica estampa de gente con sus hábitos y trajes, no se divisan mantillas por las calles, no se escucha música por sus altavoces. Ayer tampoco hubo fiesta, no hay nada que celebrar, se nos ha ido demasiada gente como para olvidarnos tan pronto. Y solo los toledanos sabemos que esta desoladora imagen, que nos provoca una pena inmensa, es la mayor señal de luto que podemos manifestar.
Quizás por eso aún nos sintamos tan perdidos. Porque no han colgado los toldos y ni guirnaldas que nos indican el camino certero a seguir. Y porque nuestros patios permanecen ya demasiado tiempo cerrados sin posibilidad de abrirlos al mundo.
Sólo el silencio lo inunda todo hoy. Un silencio que nos permite reflexionar sobre lo que de verdad importa. Toledo es una ciudad que recuerda permanentemente su pasado, la tradición, los valores y eso es lo que hoy, más que nunca, nos hará levantarnos.
Pero entre todos volveremos a colgar los toldos y a abrir los patios. Lo importante no es que Toledo hoy enmudezca, es que vuelva a brillar y que lo haga pronto. Hoy no es el día que todos hubiéramos querido tener, pero sí que es el momento de empezar a recuperarlo.
Hoy el Santísimo saldrá tímidamente a la puerta, sin los adornos de la Custodia, pero con la esencia de lo importante. Al igual que nosotros, que poco a poco volvemos a salir hacia esta nueva
realidad, tratando de recuperar poco a poco la antigua. Una realidad en la que los cadetes guardaban la carrera de la procesión y no tenían que ir a luchar a una guerra que nos ha hecho perder tantas vidas, y en la que los niños corrían delante de la Tarasca para que no les mojara en lugar de mirar el reloj en un día de fiesta.
Hoy es el Corpus, el día grande de Toledo, hoy el día reluce más que el sol, y no es el que esperábamos, pero si es el que tiene que hacer reconocer a esa ciudad que durante meses ha aplaudido a los que nos cuidaban, la que ha cerrado sus murallas y se ha quedado en casa, la que empieza a abrirse tímidamente y con cautela para no volver a caerse, la que como siempre, volverá a levantarse.
Claudia Alonso, portavoz del PP en el Ayuntamiento de Toledo