El Plan de Ordenación Municipal de Toledo (POM) es una criatura caída en desgracia desde su nacimiento en el 2007, cuando el Gobierno del entonces alcalde del PP, José Manuel Molina, con los apoyos del PSOE de Alejandro Alonso, engendraron y aprobaron con la única oposición del edil de Izquierda Unida este desdichado POM. Tener memoria es algo que siempre viene bien y, aunque no nos sirva para afrontar las soluciones hoy, sí que ayuda a entender qué papel jugó cada cual el día que unos levantaron el brazo y otros no para dar por bueno un instrumento tan importante para el planeamiento de la ciudad, que se ha demostrado inviable, faraónico, hecho de espaldas a los toledanos y, además, con una defectuosa tramitación.
Hoy somos parte del Gobierno municipal y aunque la chapuza la perpetraron otros, asumimos la obligación de contribuir a la búsqueda de soluciones para que se arbitren medidas que nos den seguridad jurídica a corto plazo y para que podamos avanzar hacia un nuevo “Plan de Ordenación Municipal” y, este sí, tiene que ser impecable tanto en el contenido como en su tramitación.
¿Qué importancia tiene disponer de un nuevo POM? Ríos de tinta y pilas de expedientes se han derrochado ya en el devenir del “extraño caso del POM de Toledo”, y no vamos a contribuir a enrevesar un relato que en ocasiones emana demasiados intereses. Lo sustancial es subrayar la importancia que como instrumento transformador tiene para la definición, planificación y diseño del modelo de ciudad, el desarrollo urbano y la configuración de la urbe y su proyección hacia el futuro. Más claro: no es instrumento al servicio del ladrillo y la construcción es, debe serlo, una herramienta ciudadana para desarrollar el Toledo que queremos.
Es realmente necesario disponer de un nuevo POM y, si bien admitimos soluciones transitorias para consolidar lo actuado y dar viabilidad a las escasas iniciativas en marcha, creemos que no debemos caer en nuevas chapuzas ni “atajos”. Olvidemos esta chapuza, evitemos las tentaciones facilonas de consolidarla (volver ahora al trámite de información pública sería casi como legitimarlo) y pongámonos a trabajar en algo nuevo y, sobre todo, interesante para los toledanos y toledanas.
Vemos en este momento una ocasión, una oportunidad, para reorientar decisiones erróneas o incluso infundir nuevas orientaciones ahora que hemos aprendido gracias a las crisis (la jurídica y la económica), que el modelo de desarrollismo sin límite y la especulación urbanística contribuyen a que las ciudades sean excluyentes, desiguales, menos amables, habitables y sostenibles. Hoy estamos ante nuevas realidades y es una excelente ocasión para reformular el modelo de ciudad que se necesita.
Para ello, y como estamos hablando de definir cómo queremos que sea la ciudad en la que vivimos, en la que crecerán nuestros hijos y en la que envejeceremos, sería deseable que esa definición la hiciéramos con la máxima participación, la mayor cantidad de luz y transparencia, y con el mayor número de canales abiertos para que ello nos permita un intercambio real de ideas. Justo esto es lo que faltó y lo que nos reprochan los Tribunales, la ausencia de información pública y la participación.
Hoy gracias a las nuevas tecnologías es más posible que nunca favorecer esa interacción con la ciudad, fomentando un debate abierto en el que definamos desde diversas perspectivas una nueva concepción de la planificación para una ciudad equitativa, sostenible, amable, habitable y con futuro, en un nuevo POM de solidez impecable en todas sus dimensiones: sociales, ambientales, técnicas y jurídicas.
Igual una buena forma de empezar es planteando preguntas que algunos dan por respondidas (quizá por intereses) y que seguramente contribuirían de verdad a repensar Toledo y hacerlo entre todos.
A modo de ejemplo:
¿De verdad hace falta más suelo residencial para viviendas? ¿No debiéremos revisar primero los espacios urbanos existentes antes de pintar nuevos desarrollos quizá, solo quizá, especulativos?
¿Todo lo que se calificó urbanizable en 2007 debe seguir siéndolo? ¿Por qué?
¿La apuesta tiene que ser exclusiva por la nueva construcción o debiéramos priorizar la rehabilitación de lo que tenemos en toda la ciudad (Casco, Palomarejos, Sta. Bárbara…)?
¿Es suficiente la oferta de suelo industrial o se precisa aumentarla con intervención pública? A lo mejor, el “singular interés regional” no debe reservarse a proyectos estrella.
¿Decidimos de una puñetera vez cómo protegemos Vega Baja para evitar que nos la vayamos comiendo a trozos? ¿La ponemos en valor de una vez por todas al tiempo que se ofrece para el disfrute de la ciudadanía?
Para nosotros es prioritario que nos tomemos en serio la idea de afrontar un crecimiento equilibrado sin sacrificar el territorio, cosiendo y compactando la ciudad y cohesionando barrios como Azucaica y el Polígono; es vital que aunemos fuerzas y voz para recuperar e integrar el Tajo como elemento vertebrador de la ciudad y es más necesario que nunca revitalizar el casco histórico haciéndolo atractivo para su “repoblación” y amable y “vivible” para sus residentes.
... Nosotros estamos dispuestos a ese debate abierto.