Un compañero mío que es alcalde de su pueblo, me contó que durante semanas habían visto que la factura del agua les había subido mucho, así que organizó con los concejales turnos nocturnos para vigilar las cañerías hasta que descubrieron la rotura. Debieron de estar por lo menos un mes buscando la fuga, pero lo consiguieron. Todo por una subida de la factura de unos 100 euros al mes. A alguno le puede parecer poco, pero cuando eres alcalde cada céntimo importa, sobre todo porque no se les olvida que, en la crisis anterior, fueron ellos los que más se tuvieron que apretar el cinturón. Ahora ha llegado otra crisis, una peor, una en la que no sólo han tenido que “cerrar parques y limpiar calles”, sino una que les ha hecho gastar muchísimo en lo que realmente
importa, mientras que volver a levantarse aún se les hace casi inviable.
En eso se basa el municipalismo. No es solo la base del Estado español, es la administración subsidiaria que debe llegar a donde no llega nadie, es la que pone nombres y apellidos a la crisis y a la necesidad y es la que sabe realmente dónde debe de gastar antes y ahorrar después. Y eso no entiende de partidos ni ideologías, sino de que el alcalde de turno sea una persona honrada que se desviva por sus vecinos.
Cuando hace ya meses la ministra de Pedro Sánchez amenazó con usar para sus gastos los ahorros de los ayuntamientos, todos los alcaldes, sin excepción, se llevaron las manos a la cabeza. Después de tantos años pidiendo que se nos dejara utilizar lo que era nuestro, ahora van y se lo llevan. Todos pensamos que la FEMP, ese remanso de paz donde los acuerdos han sido siempre unánimes, pondría orden y que Sánchez acabaría dejando que los ahorros de los ayuntamientos se utilizasen para salir de la crisis, pero por parte de sus legítimos dueños que saben las prioridades de cada municipio, no para dar cumplimiento a una agenda política propia que como no puede cumplir a nivel nacional, obliga a cumplirla a los ayuntamientos.
El superávit, los remanentes, en definitiva, los ahorros municipales, son el fruto del esfuerzo de todos y cada uno de los toledanos que durante estos años hemos visto subidas de IBI, creación de tasas como la basura, un recibo del agua de los más caros de la región… lo que ha generado unos ingresos que ahora deberíamos poder utilizar para ayudar a nuestras empresas a que vuelvan a abrir, para dar ayudas a las familias que se han quedado en paro, para ayudar a revitalizar el turismo. Porque Toledo tiene unas necesidades que no tiene Ciudad Real, o unas prioridades que no tiene Barcelona. Pero Toledo sí tiene una diferencia con respecto a la mayoría de ayuntamientos de España: su alcaldesa, la vicepresidenta de la FEMP, podría haber alzado la voz en defensa de los
municipios, de todos sin exclusión, en defensa de un acuerdo que no obligara a entregar nuestro dinero al Gobierno de Sánchez y que perjudica a los que no tienen nada que dar, porque a esos no les va a llegar ni un euro de ayuda. Pero no lo ha hecho, al contrario. Como dijo alguien en cierta ocasión, es lo que tienen los cargos a dedo.
Cuando la semana pasada el BOE publicó el Decreto, los ayuntamientos vimos como tendremos que entregar, antes del 15 de septiembre, todo el remanente con el que contemos, que nos lo van a devolver no en 10, sino en 15 años, y que de lo que nos vayan devolviendo – ya veremos si eso ocurre, porque todavía nos deben el IVA de 2017 – sólo puede gastarse para lo que Sánchez e Iglesias digan. Liquidar la autonomía municipal nunca ha sido más fácil, bastaba una foto en Moncloa con su boato pertinente, para que algunas, como Milagros Tolón, estuvieran encantadas con firmar lo que les pusieran delante.
Hoy los alcaldes de distinto signo se van uniendo por lo que realmente nos importa a todos. Y eso no es cuestión de ideología ni de partido, grandes alcaldes y concejales los hay en todas partes, y ninguno –aunque algunos no lo puedan decir– está a favor de un decreto que nos obliga a regalar a Sánchez nuestro dinero. En esos alcaldes confío para parar esto. En los alcaldes de grandes municipios que han visto que sus gastos se han disparado y que sus ingresos caen por miles de euros según pasan los días, y en los de los municipios pequeños, los que cosieron mascarillas, desinfectaron calles con tractores, y aún visitan familias para consolarlas por sus fallecidos. Esos alcaldes que no miran por su partido, sino que miran por su pueblo, son los que deben seguir
uniéndose en un movimiento municipalista que va más allá de la política y que se centra en lo que ahora realmente importa. Son ellos quienes pueden parar el asalto a las arcas municipales y la liquidación del municipalismo que se han cargado las que solamente buscaban la foto.
Artículo de opinión de Claudia Alonso, portavoz del PP en el Ayuntamiento de Toledo